1. D O Ñ A S O L E


    Fecha: 11/12/2019, Categorías: Hetero Autor: Barquidas, Fuente: SexoSinTabues

    ... invitado a la mesa de los señores de Buitrago, apellido del noble prócer, cabeza de aquella familia, era un servidor y sólo, únicamente, un servidor de ustedes, estimadas/ estimados lectoras/lectores… Por entonces el desiderátum de pasarlo bien los domingos, único día festivo por esos años de la semana, eran los guateques de las tardes domingueras; o reuniones, como nosotros preferíamos decir, reuniéndonos amigas y amigos en casa de cualquiera de nosotros, los tíos, a bailar al son de un tocadiscos, de plato giratorio y aguja microsurco. Aunque sin despreciar tampoco algún que otro disco de pizarra y 78 rpm; esos que se usaban en los gramófonos… Es más; hubo una época, por aquellos fines de los 50/inicios de los 60, en que hasta revivió el “charlestón”, poniéndose un tanto de moda aquello de “Papi cómprame un negro, cómprame un negro en el bazar, que baile Charlestón y que sepa el fox-trot”… También algunas grabaciones de Glenn Miller, “Jarrita Marrón”, “Patrulla Americana”, “Moonlight Serenade”, “In the Mood”, ”Chattanooga Choo-Choo”, “Blue Moon”… Esas reuniones o guateques las hacíamos en la casa de alguno de los amigos, normalmente en la mía, la de mi amigo Agustín, la de Pablo o la de otro chaval, Luis. Pero donde más me gustaba… Bueno, donde más nos gustaba a todos, era en casa de mi amigo Pablo. Su madre, Dª Sole, de treinta y tres años entonces, pues tuvo a mi amigo cuando apenas cumplía los quince, precoz que fue ella, no era guapa… Pero tenía un cuerpo… ¡De ...
    ... verdadero infarto, tíos; os lo digo yo!… Y la cosa era que la buena señora, cuando nos juntábamos a bailar en su casa, al poco, aparecía entre nosotros con ganas de “menear el esqueleto”, como cualquier hija de vecino… Pero lo grande era que se te arrimaba como una lapa, incrustándote los senos en tu pecho; y no es que tú le arrimaras la “cebolleta”, sino que era ella quien te arrimaba hasta no poder más sus partes más o menos pudendas a la susodicha, refregándose bien refregada contra ella, de manera que a uno, a mí por lo menos, me ponía no a cien, sino a mil… Vamos, que tan pronto no bailaba con ella, mis ojos se iban tras su tetamen, su muslamen y su culamen que era una vida mía… Y es que menudos eran esos tres oscuros objetos de mis más innobles deseos… A veces, en plena obnubilación ante el divino espectáculo de tales senos, tales caderas, tal culito, todavía más que respingón a sus añitos, que para mí el Universo se reducía, en esos momentos, a lo que veía, se me acercaba mi amigo y su hijo, Pablo, todo zumbón y con una mala sangre, a mi entender entonces, pues me distraía del placer de mirarla, para soltarme • ¡”Joer” macho!. Que un día vas a tener que salir corriendo detrás de los ojos, salidos ya de las órbitas tras mi madre… Que no veas cómo se te nota… ¡Te la comes con los ojos, macho! Yo entonces enrojecía hasta la raíz del pelo, y apenas si acertaba a balbucir • ¡Perdona macho, tío!. Ya sé que es tu madre y mucha gracia no te hará, pero… Pablo entonces rompía a reír, ...
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