Yago (II): Esa misma noche
Fecha: 09/12/2019,
Categorías:
Infidelidad
Autor: dont343, Fuente: CuentoRelatos
... zambombazos, que hacían que el muchacho diera algunos grititos. Pero el capitán sabía amortiguarlos; comiéndole la boca, y acariciándole adecuadamente.
No tardaría mucho en correrse, ya que la visión de Yago tumbado en la silla, mientras sentía la estrechura de su culo, y mirar al capitán disfrutándolo, le producía un placer inmenso. Y así, cuando Yago dejó de hacer ruido y el capitán decidió meterse su rabo en la boca, sintió temblar las piernas, y se dejó ir.
Sin duda, la corrida fue más grande de lo habitual. Ese muchacho era especial.
Por su parte, el capitán no podía evitar desear morder esos pezones; y antes de entrar a matar, se dio su gran banquete.
En esas, el Marqués se acercaba a mirar entre sus piernas, esperando que saliera la leche derramada, pero tuvo que esperar más de lo que era capaz de hacerlo; y salió a refrescarse un poco, según dijo.
Cuando, por fin, el capitán se decidió; y se colocó entre sus piernas para follárselo. Se inclinó para comerle la polla, que era una verdadera provocación; y sin dejar ...
... de hacerlo, empezó a meterle, poco a poco, la puntita… hasta que la tuvo toda dentro.
Y oyó los gemidos de Yago, que sonaban muy placenteros; y le miró a la cara.
- ¡Te voy a destrozar el culo, muchacho!… ¡lo voy a hacer!
Y empezó a pegarle fuerte.
- ¡Toma, perro!… ¡toma!
Yago sentía ese rabo entrando hasta el fondo... y cada vez era mayor el placer que sentía… y se relajó…
... y disfrutó de las brutales embestidas del capitán, hasta que no pudo evitar gritarle.
- ¡Fóllame, cabrón!… ¡dame fuerte!... ¡mucho más fuerte!
La silla se movía violentamente, y las cadenas empezaban a sonar, produciendo un sonido muy particular. Y el Marqués, que se había echado en la cama para descansar, lleno de curiosidad, por ver que producía ese sonido, entró de nuevo en la salita.
La cara de Yago le delataba... y cuando el Marqués la vio, se quedó maravillado.
Miró a Salazar; y, mientras el capitán le atizaba, dándole zambombazos espectaculares, exclamó:
- ¡Le gusta!, Salazar. ¡A este muchacho, le gusta que te lo folles!