1. Mi hija me hizo cornuda


    Fecha: 25/09/2019, Categorías: Gays Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos

    Tuvieron que pasar diez años para desenmascarar a mi hija. Hoy tiene 30, una familia con dos niños preciosos, ambos de distinto padre, un marido complaciente capaz de perdonarle todo.
    
    Ivana siempre le fue infiel, y ninguno de los dos parece querer cargar con tales injusticias.
    
    Yo tengo 57, vivo sola por elección y, recién hoy tengo el valor de tener amigas, salir a tomar algo con algún pretendiente ocasional, manejar un automóvil, fumar mariguana, pasarme un poco de la raya con los tragos fuertes y vestirme como se me plazca. Esto desde que mi esposo me dejó por la argolluda que nos limpiaba la casa. Esa tilinguita siempre le calentó la pija. A propósito venía con unos escotes impresionantes, muy pinturrajeada, con jeanes ajustados o polleritas re cortas, y todo para que los ojos de Miguel le saquen radiografías a su cuerpo escultural.
    
    Cecilia realmente era una preciosura, aunque tuviese carita de puta barata. Tenía 20 cuando la empleamos, y jamás hubo un inconveniente. Nunca nos faltó nada. Se destacaba en el planchado, en el orden de los aparadores y vitrinas, en la delicadeza con la que combinaba los manteles y en el cariño que le profesaba a mis plantas.
    
    Ivana tenía su edad en ese momento, por lo que no fue difícil que se conectaran más que bien. Un par de veces hasta salieron a bailar juntas y todo.
    
    Lo increíble fue que, hace unos días me puse a ordenar el antiguo cuarto de mi hija, porque llegaba al país una vieja amiga que hace años vivía en España. Por ...
    ... supuesto que no podía dejarla que gaste dinero en hoteles teniendo espacio en casa. Además venía sola, y no por mucho tiempo.
    
    Honestamente, creo que la traje con el pensamiento. Tenía muchas ganas de verla.
    
    Aquel cuarto parecía un santuario de cachivaches, juegos de mesa, libros, vestidos, zapatos, maquillaje, frascos de perfumes vacíos y calzones por todos lados. Hubo que ventilarlo todo, limpiar, aspirar las alfombras, colgar ropa, guardar algunos libros y otros descartarlos. En fin, debía poner en condiciones ese dormitorio para recibir a Lucrecia.
    
    Pero, no pude continuar luego de abrir uno de los cajones de un ropero inmenso, apolillado yen clenque. Allí encontré una caja forrada en papel plateado, llena de corazones, chatita y larga. La sacudí para averiguar el contenido. No pesaba mucho. Algo me inducía a querer abrirla, cosa que jamás hice con las cosas personales de Ivana. Pero definitivamente la abrí.
    
    Enseguida sentí que la sangre se me volvía hiel, que la saliva se evaporaba de mi boca y que un nudo en el estómago me ensombrecía hasta los huesos.
    
    Había muchas hojitas como de un anotador pequeño. La primera que leí decía:
    
    ¡papi, a la Ceci le recalentás… estaría bueno que te hagas el boludo y le toques el culo… vos sabrás con qué excusa, pero me dijo que ya vio que se te para la pija cuando le mirás las tetas… y por lo que me pediste que te averigüe, no es virgen ni ahí… te quiere mucho, tu nena!
    
    La segunda hojita expresaba:
    
    ¡sos un capo viejo, ...
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