1. Mi tía y yo


    Fecha: 19/08/2019, Categorías: Incesto Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... yo debía ser su sobrina favorita, porque no paraba de decirlo y, por una razón más obvia, por que era la única, pero si es verdad que siempre me había tratado con mucho afecto, así que nada más encontrarme abrazada por mi tía yo me encontré como en casa, muy confortable y querida.
    
    Mi tía Blanca era entonces una mujer de la misma edad que tengo yo ahora, 35 años, y era muy, muy hermosa. Vestía de forma algo estrafalaria, como todas las artistas, pero con gusto impecable. Su piel tostada por el sol del sur se presentaba tersa y brillante como un tambor y su figura era extremadamente esbelta y bella. Según se agachaba a abrazarme y besarme pude ver sus tetas sin sujetador, firmes como rocas y también bronceadas, por lo que deduje que tomaba el sol sin la parte de arriba del bañador puesta, algo poco habitual en las playas que yo frecuentaba. De cualquier forma, aquella visión hizo que yo inmediatamente sintiera un estremecimiento en mi vientre.
    
    Después de la bienvenida, la conversación intrascendente y preguntas sobre mi viaje, nos subimos a un descapotable rojo precioso que estaba en la puerta del aeropuerto. Después de una breve discusión con un guardia mi tía Blanca arrancó a toda velocidad dirigiéndose a la carretera. El aire marino que me daba en la cara, nuestro pelo al viento y aquella sensación de libertad me pusieron en un estado de euforia en el que yo daba por hecho, sin saber porque, que mis propósitos iban a cumplirse en su integridad. Yo miraba furtivamente ...
    ... de reojo a mi tía y apreciaba en todo su esplendor a aquella mujer súper atractiva conduciendo aquel deportivo. Sin duda aquello fue un flechazo. Me acababa de enamorar de mi tía. Ella representaba todo lo que había deseado toda mi breve, aunque intensa, vida; belleza, calor, libertad…en definitiva, sensualidad a flor de piel.
    
    Ella debió de darse cuenta de cómo la miraba, ya que sonriendo me guiñó un ojo con gesto pícaro.
    
    Llegamos a su casa, un chalet en la carretera de Cádiz, junto al mar, que era una maravilla. Me comentó que lo bien que lo íbamos a pasar juntas en cuanto “nos conociéramos mejor”, comentario que me intrigó.
    
    Después de dejar las maletas en mi cuarto y de mucho barullo, porque mi tía es muy nerviosa, nos fuimos a comer una paella. Hablaba sin parar de cosas más o menos intranscendentes y me contó que ya se ganaba muy bien la vida vendiendo muchos cuadros, incluso de encargo.
    
    Cuanto más pasaba el tiempo más fascinante me parecía aquella mujer. Cuanto más la miraba, más me apetecía hacer el amor con ella. A estas alturas yo ya estaba súper caliente. Cada vez que me hablaba de alguna amiga yo me imaginaba como sería su relación y las cosas que harían juntas. Mi única duda era saber si me rechazaría igual que mi madre, pero tenía la esperanza de que no fuera así, dado el carácter tan opuesto que tenían ambas.
    
    Después de comer nos fuimos a su casa y me dijo que debíamos dormir la siesta si es que queríamos salir de noche. ¡Salir de noche! Me parecía ...
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