1. La esclavita Luz y sus dos Amos


    Fecha: 10/08/2019, Categorías: Incesto Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos

    ... dedos...
    
    -¿Podré usar su boca? -arriesgué.
    
    El Amo Pedro crispó el rostro, pareció dudar y luego dijo:
    
    -Bueno, sí, pero sin acabarle adentro...
    
    -Me parece razonable. Y ahora te propongo que la cena transcurra normalmente y que la esclavicemos después del postre. ¿Habrá café?
    
    -Sí, con masitas, cognac y Tía María.
    
    -Bien. ¿Estás de acuerdo en que sea yo quien decida el momento para comenzar a dominarla?
    
    -De acuerdo. -aceptó Pedro con una sonrisa.
    
    Fue entonces que Luz entró con una bandeja en la que se alzaban tres copas de camarones.
    
    -Copa de camarones al vino blanco... -dijo Leila mientras depositaba la bandeja en la mesa. -¿te gustan, Eduardo?
    
    -Los mariscos me fascinan, Luz… Tanto como el Sado. -acoté con una sonrisa.
    
    Vi el rubor en las mejillas de Luz y así, ruborizada, me miró fugazmente a los ojos en el acto de poner la copa ante mí.
    
    Cuando todos terminamos el postre, Luz preguntó mientras se levantaba para retirar los bols:
    
    -¿Café para todos?
    
    El Amo Pedro asintió, pero yo dije dirigiéndome a ella:
    
    -Dejá eso y volvé a sentarte, sumisa Luz.
    
    Me miró abriendo mucho los ojos y balbuceó algo ininteligible. Estaba confundida.
    
    Pedro le dijo entonces:
    
    -Vamos a hacer realidad tu fantasía.
    
    La sumisa Luz nos miraba alternativamente a ambos, mientras sus mejillas enrojecían cada vez más.
    
    -Sentate. -volví a ordenarle al par que encendía un cigarrillo. -Sentate como sabés que debe hacerlo una sumisa.
    
    Obedeció en silencio y ...
    ... se sentó como yo le había enseñado: sin cruzar las piernas, con las rodillas juntas, la cabeza gacha y las palmas de sus manos sobre los muslos.
    
    El Amo Pedro se acercó a ella sonriendo y comenzó a acariciarle la cabeza.
    
    -Muy bien... muy bien... -le dijo acercando su cara a la de ella y besándola tiernamente. Me dije que el dueño de casa había actuado como la circunstancia lo exigía, tranquilizando a nuestra esclava con esa muestra de afecto.
    
    -Ahora voy a decirte lo que vas a hacer, sumisa Luz. Quiero que retires todo esto y que vayas por el café, pero vas a servirlo vistiendo esa ropa especial.
    
    -Sí, Amo Eduardo, lo que ordenes. -contestó sin alzar la cabeza.
    
    -Vamos. -le dijo Pedro.
    
    -Sí, Amo Pedro... -contestó la sumisa Luz incorporándose.
    
    Cuando quedamos solos, Pedro se frotó las manos y sus labios se curvaron en una sonrisa:
    
    -Esto promete, Amo Eduardo...
    
    -Así es. -coincidí. -Va a ser muy excitante para los tres.
    
    -Me vuelve loco cuando se pone esa ropa. –dijo Pedro.
    
    -¿Tenés algo para atarla?. –le pregunté.
    
    -Sí. Cuando supe que venías compré cuerdas en una ferretería y las corté con diferentes largos.
    
    -¿Qué instrumento de azotar tenés? -quise saber.
    
    - Un látigo cortito, de varias tiras de cuero. –me contestó el Amo Pedro.
    
    -Y supongo que ella, siendo maestra, tendrá una regla de madera.
    
    -¡Sí! -se entusiasmó Pedro.
    
    -La usaremos también. -dije. -Es un objeto muy apropiado cuando se trata de enrojecer una colita.
    
    -Y tenemos ...
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