1. Mi padrino


    Fecha: 21/06/2019, Categorías: Gays Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    ... escuela?”, me preguntó pegándose a mí, nuestras caderas juntas. “Um, más o menos”. “Si no le decís nada a tus papás, te puedo enseñar un poco”. Estiró su brazo y me pellizco la mejilla. Su sonrisa era cálida. “Si querés, claro, esto no es nada malo”. Me dijo y sonrió y eso fue lo que me soltó. Se levantó y cerró la puerta. Estando parado (parado en ambos sentidos) frente a mí, se quitó la playera y yo me puse más rojo y duro de lo que ya estaba. Su pecho era ancho y tonificado y se podía ver en su abdomen que alguna vez había tenido “cuadros”. Sus pezones estaban erectos y una capa de vello negro y un tanto rizado subía desde su entrepierna hasta su pecho. Sus brazos eran gruesos y las venas se le marcaban cuando flexionaba. Ahí se bajó la pantaloneta. Es difícil continuar, lo que quiero hacer ahora es masturbarme, pero si me vengo puede que ya no termine la historia. Así que sepan que mientras relato esto, mi pene está chorreando con líquido pre-seminal y mis manos tiemblan un poco. Era increíble pensar que mi padrino estaba en mi cuarto con nada más que un bóxer blanco, el cual le quedaba exquisitamente pegado, y con una mirada lasciva pero no vulgar. Tenía los ojos de alguien que quiere tener sexo pero que sigue teniendo la cordura para no abusar. Se acercó en su bóxer y me quitó la pantaloneta con todo y calzoncillo. Mi pene estaba parado y palpitaba, eso era nuevo para mí. “No hay mucho tiempo”, me dijo y caminó al frente de la cama. Me estiró las piernas a los lados y ...
    ... se bajó el bóxer. Su pene era hermoso si se puede decir eso, ya saben, el tipo de pene que está bien formado. No era grande como el de una estrella porno, pero no era pequeño como el mío, era un pene que complacería a cualquiera si se usaba bien. Y si ustedes hubieran conocido a Roberto, sabrían que él podía. Me quedé boquiabierto mirando esa verga con cabeza rosada y grande y cómo una gota de algo transparente caía lentamente hasta caer en mi cama. Roberto empezó a subirse a la cama y los resortes chillaban ante su peso, yo me hundía y él se acercaba cuidadosamente. Él estaba sobre mí y me besó. Eso es algo que me hace venirme casi de inmediato, su beso. No un beso tierno, no un beso de lengua. Su barba me raspaba un poco, pero esa lengua en mi boca era lo mejor que podía pasarme en ese momento. Yo temblaba y apenas me movía, pero él estaba ahí, con todo su cuerpo y peso sobre mí. Su verga se frotaba y sentía ese líquido en mi muslo. Se estiró y tomó un frasco de crema para el sol que yo tenía en la mesa al lado de mi cama. “Esto servirá”, dijo con voz agitada y sonriendo, ¡Oh, ¡cómo me excitaba su sonrisa pícara pero amable! Sacó un buen poco y me lo empezó a untar en el ano. Sus dedos me acariciaban y se metían poco a poco, yo cerraba los ojos y suspiraba. “Sólo un poco”, me dijo y yo no entendí muy bien hasta que me levantó las piernas y empezó a meter su verga (cabeza al menos) en mi ano. Yo estiré los brazos y me aferré a la cama. Me dolía, pero quería que él siguiera. ...