1. La rubia, el marido y el tren


    Fecha: 20/05/2019, Categorías: Sexo en Grupo Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... las piernas a la vez que buscaba con la vista a su marido sin encontrarlo. –No te preocupes, preciosa- le dije –si buscás a tu marido y tu nene, te digo que acaban de darle un asiento por la mitad del pasillo…- eso pareció tranquilizarla, porque suspiró y no se opuso a que mis dedos palparan su conchita. Entonces busqué el final de su vestido, metí la mano por debajo y la subí por en interior de sus frescos muslos hasta llegar nuevamente a la entrepierna. Ahora sí, notoriamente había separado las piernas para facilitar mi avance. Mis dedos separaron la tela de la pequeña tanga de algodón y acaricié sin obstáculos aquella húmeda cuevita de pulposos labios. Ella había cerrado los ojos y se dejaba manosear abiertamente. Pegué mi boca a su oído y se susurré: -¡Qué hermosa tortuguita que tenés, muñeca! ¡Y está mojadita! ¿Te está gustando que te juguetee con mis deditos en ella?- Con su cara pegada a mi pecho, asintió levemente con la cabeza. Entonces me fijé en Leo que le entroncaba la verga en el orto. Como su cara estaba a no más de veinte centímetros de la mía, pude hablar en voz baja con él.
    
    -Amigo- le dije –nuestra amiguita rubia necesita muchos mimos, así que dale para adelante con ella!- Leo bajó ambas manos y me imaginé que ya estaban palpando el delicioso culo de la chica, porque ésta volvió a cerrar los ojos.
    
    -¿Te gusta que mi amigo te acaricie el culito, bombón?- le pregunté.
    
    -Síiii, mucho…- contestó en un suspiro. Mis dedos se deleitaron con aquella ...
    ... conchita sin un solo vello púbico, y sin ningún pudor mi otra mano acarició sus palpitantes y opulentas tetas, cuyos pezones estaban durísimos por la excitación. Metí primero un dedo en la cuevita y rocé su inflamado clítoris…luego introduje otro, y un tercero…ella suspiraba de placer mientras mi mano y las de Leo se rozaban por momentos palpando cada centímetro de las rotundas curvas de aquella mujer casada y sin duda calentona al mango. Le susurré obscenidades al oído y ella se sonreía gozosa de oírlas. En eso estábamos cuando en tren se detuvo. Miré por la ventanilla y ví que estábamos entre Haedo y Ramos Mejía…aquella situación nos daba más tiempo para gozar de la hermosa rubia, por lo que continué acariciando su intimidad sin ningún obstáculo. Leo estaba en la misma, manoseando a voluntad su soberbio culo. En eso estábamos cuando después de diez minutos el tren volvió a
    
    marchar hasta entrar en la estación de Ramos. Pero lejos de mejorar la situación, debido a la demora fue más gente la que subió que la que descendió, por lo que tanto Leo como yo continuamos haciendo lo que quisimos con aquella diosa. Bajé el cierre de mi pantalón y pelé mi pija, tratando de llevarla a la húmeda cueva de la rubia, que al notarlo hizo un gesto de contrariedad. –No, por favor acá no- susurró en mi oído. –Dejame que mi “bebé” se divierta un poco, muñeca!- respondí.
    
    -¡No, por favor!- suplicó -¡Yo también quiero, pero acá no, es muy riesgoso!-
    
    -¿Tenés algún lugar mejor donde hacerlo, ...