1. Hay dioses terrenales.


    Fecha: 29/04/2019, Categorías: Infidelidad Autor: sagesse, Fuente: RelatosEróticos

    ... su sexo. Se masturbaba lentamente y rápidamente, hasta que terminó. Volví a mi casa, me duché e intenté hacer el amor con mi mujer, pero ella me rechazó. No tenía ganas.
    
    Mi esposa apagó la luz… Y pasado mañana volveré a encontrarme con Ella ¿Qué podría despertar ahora de semejante diosa? ¿Qué tendría preparado para la próxima vez?
    
    Y llegó pasado mañana y entré de nuevo en la casa, con el sentimiento de culpa mucho peor, pero a la vez enfadado. Quizás si mi esposa hubiera aceptado tener sexo conmigo, yo no estaría aquí, con Ella.
    
    Y allí estaba, semi desnuda sobre una sabana roja, como las diosas. Con una lencería de encaje negro y unas medias negras de media pierna. Se había pintado los labios de rojo y le había hecho a su largo pelo una trenza de lado. Uno de sus dedos estaba sobre su boca, y de vez en cuando, mientras me miraba, se lo introducía y lo lamía.
    
    - Vamos, acércate, ¿a qué estás esperando? – me dijo ella.
    
    Yo me acerqué como un tonto. Tímido. Como si nunca hubiera hecho esto antes. Ella sonreía y sé que en el fondo se reía de mí.
    
    Me senté en la cama junto a ella y entonces se puso en frente de mí. Puso sus piernas sobre mí y empezó a acariciarme el cuerpo con ellas hasta llegar a mi sexo. Se entretuvo jugando con él y sus pies, mientras se reía de mí porque me sentía bastante intimidado, pero al mismo tiempo estaba bastante excitado. Se acercó entonces a mí y me besó en la boca, de la boca al cuello, del cuello a mis pectorales, de mis pectorales ...
    ... a mi barriga y de mi barriga a mis pantalones… Y ahí se paró. Con la boca abrió el botón, como una absoluta experta, y desabrochó la cremallera. Metió entonces su cabeza por ahí y empezó a lamer mi sexo encima de mis calzoncillos. Yo me sentía muy excitado. Ella los besaba con mucha fuerza, muy rápidamente, como si estuviera hambrienta, y debía estarlo porque perdió la paciencia y con las dos manos bajó mis pantalones como pudo y luego mis calzoncillos; entonces empezó a lamer mi sexo, mis huevos, todo. Lo lamió, se lo metió en la boca, empezó a gemir y empezó a decirme cosas que estaban excitándome demasiado:
    
    - Me encanta tu polla. Me encanta comértela. Mmmm… cómo disfruto.
    
    - No pares – alcancé a decir.
    
    Pero al mismo tiempo quería que parase porque temía que fuera a acabar del placer tan intenso que estaba sintiendo. Y ella, como si supiera que tenía que parar, cual diosa experta, paró. Y me quitó la camiseta. Y se levantó. Puso música algo parecida a la música clásica pero muy, muy sensual, con sonidos de música griega, y se puso entonces sobre la cama de pie. Empezó a moverse al son de la música pero muy sensualmente. Se acariciaba el cuerpo con mucho ardor. Se desabrochó el sujetador y acercó sus pechos a mí para que pudiera olerlos, besarlos. Y eso hice al segundo de acercarlos a mí. Empecé a comérmelos enteros, a morderlos, a chuparlos, lamerlos. Pero ella se quitó juguetona y sonriente, y empezó a bajarse las braguitas de encaje negra, dejándose las medias de ...