1. Engañé a mi mujer haciendo compras


    Fecha: 20/04/2019, Categorías: Infidelidad Autor: NY City, Fuente: CuentoRelatos

    ... que interrumpir esto... Pero tal vez es una pregunta demasiado fuera de lugar, que me deja demasiado a la vista.
    
    —En Las Adelfas—Me lo ha dicho. Vale, ya sé su dirección.
    
    —Pues no es de eso, está claro, ¡qué tonto!
    
    Ella me mira evaluándome. Por un lado, quiero que adivine en mis ojos que la deseo, que la arrojaría sobre el mostrador y la poseería ahora mismo... Pero por otro, soy un hombre casado, no puedo arriesgarme a que me diga que no o a cómo me puede decir que no. Le sonrió con la sonrisa rápida que me da buenos resultados con las mujeres.
    
    —Cielos, que desastre soy, siempre me pasa lo mismo... El caso es que tu cara me sonaba. Bueno, a lo mejor de haberte visto en algo de publicidad, qué sé yo, en una revista o.... ¿A qué te dedicas? ¿Eres modelo?
    
    —Soy psicóloga....
    
    (En mi cabeza, veo una escena en su consulta. Yo le digo: "No me parece bien estar yo tumbado en el diván y usted en esa silla tan incómoda. Por favor, túmbese conmigo, hay sitio para los dos…”)
    
    —Bueno, lo de modelo te pegaba más. Por cierto, me llamo Fernando —y me adelanto para darle dos besos en la mejilla. Ella no ha dudado más que un microsegundo, tal vez por educación o....
    
    ¡Sí!, ¡hasta en la mejilla besa bien, la condenada, tal como imaginaba! Me las apaño para darle el segundo beso justo en la comisura de los labios. Tengo que resistir la tentación de no zamparle un beso tornillo en ese mismo momento.
    
    Nos volvemos a mirar. Ahora ella sabe más. Y decido tirarme un poco más ...
    ... a la piscina (a la de mi urbanización o a cualquiera que haga falta, como si es de lava, si está ella dentro...):
    
    —Yo que tú no me compraba nada...
    
    —¿Y eso?
    
    —No creo que encuentres nada que te vaya mejor que lo que tienes puesto—ya está, si le quedaba alguna duda esto ha terminado de disipársela. De repente, me entra pánico. Y entonces, me doy a la fuga:
    
    —Bueno, encantado, creo que tengo que ir a ver si mi mujer se ha decidido ya por algo... Yo no tengo la suerte de... Antonio se llamaba tu marido, ¿no? ni mi mujer no eres tú —se puede entender como "no tengo la suerte de tu marido, porque no me libra ni Dios del castigo de acompañar a mi mujer a comprar ropa" o como "me cambiaba por tu marido sin pensarlo, cambiaba ahora mismo la compañía de mi mujer por la tuya". Bueno, ya llevo un rato en terreno movedizo. —Por cierto, ¿cómo te llamas tú?
    
    —Paula —Paula. Me imagino dándole pollazos en la cara, junto a esos labios gordezuelos que tiene.
    
    —Encantado, Paula., me voy con mi mujer.
    
    Y sin más me largo. Pero juraría que ella está sonriendo y que es porque sabe que me he acojonado.
    
    Mi mujer sigue donde la dejé, en eterna duda, frente a unas chaquetas.
    
    —No era la mujer de Paco, qué corte! —digo por cubrir mi rastro
    
    —Eres el colmo, Fernando, ¡a ver si aprendes!
    
    —Ah, pero ha resultado que sí que la conocía. Es una psicóloga que hizo de monitora para un curso de la empresa —para explicar la conversación tan prolongada.
    
    —Esta chaqueta no me hará muy ...