1. Omar, mi amigo de la universidad


    Fecha: 10/08/2017, Categorías: Gays Autor: Berlay, Fuente: SexoSinTabues

    ... oleada alcanzaba su cima cuando el roce se daba entre nuestros glandes… siendo las partes más sensibles de nuestros penes, cuando se encontraban una con la otra en una suave fricción creaban auténticos chispazos de placer, igual que dos terminales eléctricas. Nuestros pezones turgentes y erectos eran la evidencia de la intensidad de la sensación. Entonces vino mi momento de genialidad, cogí con firmeza su pene por el tronco y coloqué su punta justo en la punta del mío, para cubrir la cabeza de ambos con mi prepucio. El juego de nuestros glandes abrigados por mi piel y generosamente lubricados produjo sensaciones que nos nublaron la vista de placer. Pude escuchar otro gran gemido de placer mi amigo, al mismo tiempo que entrelazaba sus manos detrás de mi cabeza para estrechar el espacio entre nosotros hasta que nuestras frentes se tocaron. “Así se siente tener prepucio…” le dije en un sensual susurro. “No pares, por favor…” me respondió en el mismo tono, entrecortado por su agitada respiración. Obediente a su ruego, me las arreglé para mantener su pene enfundado en el mío con una sola mano, mientras el vaivén de nuestros cuerpos se encargaba de producir aquel delicioso roce que nos hacía suspirar; con la otra mano, por fin, alcancé la objeto de todas las miradas de deseo que le había dirigido en los años de convivencia con él: ese trasero redondo y firme. Con los dedos extendidos cuanto pude, coloqué mi mano sobre una de sus increíbles nalgas, y la apreté con fuerza para ...
    ... probar la firmeza que todos los entrenamientos de baloncesto le habían provisto, luego empecé un masaje a intervalos gentiles y enérgicos, con los que recorrí, palpé, estrujé y acaricié a satisfacción ese par de glúteos de ensueño. Sin darme cuenta nuestros penes se había escapado del encierro de mi prepucio, pues me sorprendí a mí mismo amasando las nalgas de Omar con ambas manos, extendiendo ahora mis caricias hacia su espalda. La fuerza con que lo hacía había reducido por completo el espacio entre nuestros cuerpos, de forma que nuestras pollas se hallaban ahora presas entre su abdomen y el mío, continuando ese legendario duelo que habían iniciado minutos antes. Él también se agasajaba con mi trasero, aunque nadie se atrevería a negar que en ese punto yo salía ganando, pues mis nalgas son firmes, pero normales, no son nada extraordinario comparadas con las suyas. Sin interrumpir este abrazo mutuo, y como si fuera un acuerdo previamente hablado, nos dirigimos a mi habitación que nos aguardaba con la puerta abierta y la luz apagada. Nos tumbamos en la cama y busqué su polla para metérmela en la boca de un solo tirón, un nuevo gemido de placer me confirmó que ya no había marcha atrás. Me dediqué con esmero a ese mástil de carne que tenía a mi disposición, cuando después de unos minutos, con un movimiento ágil e inesperado, Omar se acomodó para corresponderme y mostrar con una mamada igual su gratitud por el placer que le estaba danto. Durante la mamada que me dio ocasionalmente ...
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