1. Omar, mi amigo de la universidad


    Fecha: 10/08/2017, Categorías: Gays Autor: Berlay, Fuente: SexoSinTabues

    Cuando estudié en la Universidad, mis padres y yo decidimos que lo haría en una institución privada fuera de la ciudad en que vivía con ellos. Así fue como terminé viviendo en Puebla; encontramos un departamento adecuado para mis necesidades, nada lujoso, pensado para estudiantes: recámara, baño completo y estancia con cocineta, una barra (a manera de comedor) y espacio para un escritorio y libros. Siempre fui responsable en lo tocante a los estudios y en los deberes en casa, así que mis padres me tuvieron plena confianza al enviarme a estudiar fuera de la ciudad con una cantidad fija de dinero al mes para mis gastos, gracias a lo cual tuve una vida de estudiante que sin llegar a ser muy holgada, nunca conoció carencias o apuros económicos. En la Universidad constaté que no todos estábamos en las mismas condiciones. Algunos compañeros hacían auténticos esfuerzos para asistir a la universidad y otros simplemente eran terriblemente desordenados en sus finanzas y malgastaban en pocos días lo que recibían de casa. Omar era de los primeros, originario de una ciudad pequeña en Veracruz, había llegado a Puebla para cursar la licenciatura, contaba con lo poco que le enviaba su mamá, con una beca deportiva y con lo que podía reunir con algunos trabajos ocasionales. Desde los primeros días de clases nos llevamos muy bien y nos hicimos amigos. Omar era despreocupado, impulsivo y muy fácil para la risa. Además era del equipo de baloncesto de nuestra universidad, ya pueden imaginárselo, ...
    ... alto, de piel blanca, complexión atlética, cabello oscuro rizado, manos grandes (presumía de poder sujetar el balón con una sola) y sus mejores atributos: unas piernas robustas, velludas, bien formadas y un par de nalgas grandes, redondas y firmes que llenaban la pupila de muchas chicas y algunos chicos en la escuela. Para ese entonces yo tenía claro que no me atraían las mujeres y ya había tenido una que otra experiencia sexual con hombres más o menos de mi edad, pero que no habían pasado de un manoseo o mamada fortuitos, surgidos de la casualidad en algún antro o bar. La verdad es que aunque Omar me agradaba y la amistad y la confianza crecieron entre nosotros, siempre lo vi como un camarada, nunca tuve en mente algo más con él. Eso sí, reconozco que de reojo disfrutaba mirar sus piernas y su notable par de nalgas. En nuestras numerosas pláticas, cuando tocábamos asuntos de sexo y mujeres, él siempre decía que como buen veracruzano, lo caliente lo traía en la sangre. Y, en efecto, él era la prueba viva de eso, casi siempre estaba enrolado con alguna compañera de la universidad con quien satisfacía su natural calentura. En algunas de esas charlas disimuladamente se acomodaba el bulto, que había crecido con una erección que procuraba ocultar recurriendo a la vieja estrategia del cojín o la mochila; luego, conforme pasaron los semestres el pudor era casi nulo y se acomodaba el bulto con naturalidad, mientras la conversación seguía. Lo mejor era cuando traía puestos uno de sus ...
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