1. Omar, mi amigo de la universidad


    Fecha: 10/08/2017, Categorías: Gays Autor: Berlay, Fuente: SexoSinTabues

    ... shorts de entrenamiento de basquetbol, esos que aunque largos son muy amplios y de tela delgada, lo cual resulta ideal para marcar el paquete. En muchas ocasiones Omar iba a estudiar o realizar alguna tarea conmigo en mi departamento y, por la confianza que teníamos, cuando atravesaba alguna crisis económica comía conmigo e incluso me pedía permiso para ducharse allí porque no tenía dinero para comprar gas en ese momento y, por lo tanto, tampoco agua caliente. En esas ocasiones verlo andar en ropa interior por el departamento era mi justa retribución, pues podía apreciar ese par de piernas fuertes y fornidas, ya que solía usar trusas blancas clásicas que, además, revelaban un bulto de gran volumen al frente y envolvían mejor que para regalo sus deliciosas nalgas; recuerdo que incluso la tela de la trusa se tensaba en su parte trasera debido al gran volumen que contenía y la división entre sus nalgas se marcaba perfectamente, de forma que su redondez quedaba perfectamente a la vista debajo de esa tela blanca de algodón. Una ocasión, uno de los bordes de la trusa estaba mal acomodado sobre su despampanante trasero, de forma que una de sus nalgas quedó casi al descubierto. No podía creer lo que veía, vaya espectáculo, un perfecto trozo de músculo firme y torneado, de tez clara y con la cantidad de vello justa para adornarlo. Creo que me quedé con la boca abierta porque cuando Omar se giró inesperadamente notó mi expresión y la dirección de mi mirada y con un tono pícaro y ...
    ... entre risas me dijo "¡¿Me estás viendo el culo?!". Reaccioné rápido y le contesté "Tu culo me está viendo, cabrón, lo traes de fuera, además ¡quién te manda estar tan nalgón!". Estalló en una de sus carcajadas típicas y me dijo, mientras se acomodaba el borde de la trusa para terminar de descubrir su nalga: "Bueno, pues es que a veces piensan por mismas" y se me acercó entre juegos y risas, como si su nalga lo jalara a él, buscando restregármela en la primera parte del cuerpo que pudiera. Yo no sabía si huir o quedarme allí, fue apenas un par de segundos que tuve para pensarlo, y decidí seguir el juego y alejarme como si no me gustara la idea de sentir ese culo que se me antojaba tanto, al menos lo suficiente para guardar las apariencias de un juego entre camaradas. Unos instantes después, por el reducido espacio del apartamento, me alcanzó y me embistió con su nalga al aire en una de mis piernas, yo "me defendí" haciendo un movimiento, no sin antes registrar perfectamente en la memoria la sensación de ese culo sobre mi cuerpo, para poderle dar una palmada en esa nalga descubierta, sentí como si hubiera ganado la lotería. Ambos nos reímos y a partir de ese afortunado momento la confianza entre ambos ganó terreno, pues incorporamos a nuestro trato habitual las palmadas en el trasero, como tantas veces hemos visto hacer a muchos deportistas. ¡Cuántas veces tuve el gusto de sentir su culo con las manos! ¡Qué buenos días aquellos! En fin, pasaron los semestres y cuando estábamos por ...
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