1. El policía hetero (novio de mi mejor amiga) se emborrachó y me cogió en una fiesta


    Fecha: 16/11/2018, Categorías: Gays Autor: alej97, Fuente: SexoSinTabues

    ... Pero cuando bailamos, la cosa se tornó distinta distintísima. Todavía me quedaba un poquito de cigarro. — Termínate de fumar esa vaina —dijo, y yo le ofrecí un poco y absorbió, el cigarro se acabó y comenzamos a bailar bien. Estaba sonando un merengue y sus movimiento eran agiles. Yo estaba un poco separado de él, pero me haló hacia sí y me habló en el oído. — Tan lejos no, a mí me gusta pegadito para sentir el olor. Me quedé paralizado y no respondí, pero él habló. — Y hueles bien. No, marico, esto ya estaba dicho. Ningún hombre que se respete decía o hacía eso. — Y también me lo estás recostando —dije, moviendo mis caderas hacia adelante señalándole el guebo. — No voy a decir que no era a propósito. — ¿Porque sí lo es? No respondió y seguimos bailando por unos minutos. Colocaba una mano en mi nuca y la otra en mi espalda, de modo que yo quedaba prisionero. Terminó la canción y le dije que iba al baño. Se ofreció a acompañarme. No me negué. Entré al baño y supuse que se quedaría fuera, pero entró. No le dije nada. Comencé a orinar y me interrumpieron sus palabras. — ¿No te molesta que orine contigo, cierto? Total, somos machos meros machos, ¿no? Le respondí riéndome. Se sacó el guebo y fue inevitable vérselo. Lo tenía grande, demasiado grande diría yo. Era moreno y grueso, estaba un poco erecto, supuse que era por las ganas de orinar. —Lo tienes grande para tu edad —dijo algo serio. —Tú también —logré decir. Después de lo que me pareció una eternidad, él rompió el ...
    ... silencio. —Puedes agarrarlo si quieres. No me atreví a mirarlo. Pero obedecí. Estiré mi mano un poco y se lo toqué. De verdad era grueso. Él soltó un suspiro. Comencé a masturbarlo un poco y se le fue parando el guebo poco a poco. De repente me quitó la mano de un golpe y se alejó diciendo: —No mano, yo no soy pargo, mejor dejemos la vaina. • Pargo: marico, gay. Yo me asusté, después de todo él era policía, me podía dar un coñazo (golpe) en cualquier momento. No contesté. Él salió del baño y al minuto, yo. Siguió pasando la noche, la fiesta, y poco a poco nos fuimos acostando. Donde me acosté yo, era un cuarto con dos camas litera, es decir, había cuatro colchones. Me acosté en uno de los de abajo e intenté dormir. Al rato, al cuarto entraron unas nueve personas, entre ellas, Ortiz. Buscaban donde dormir. Nos acomodamos de manera que durmiéramos dos por colchón, y quedó uno por fuera, que durmió en un puf que había en la habitación. ¿Y adivinen quién fue mi acompañante? Sí, él. Les juro que yo no decidí nada. Incluso, yo sugerí que Danilo, otro chamo, durmiera conmigo, pero Ortiz se apresuró a lanzarse en mi colchón y se quedó allí, al final, todos intentaron dormir, pero yo obviamente no podía, con este hombre al lado. Lo sentía tan cerca, tan grande, sentía su aliento, su respiración, los movimientos que hacía; todo. Le pregunté que por qué no durmió con Angélica y me dijo que se molestaría con él si lo ve borracho. —Pero no estás borracho, ¿o sí? —negó con la cabeza. —Estoy ...
«1234...»