1. Llamadas perdidas


    Fecha: 09/11/2018, Categorías: Otras Categorías, Autor: FilosofoAullado, Fuente: CuentoRelatos

    ... excitarte te ha dolido, pero no dices nada, quieres seguir adelante… Te sigo besando y desabrocho mi pantalón, saco de él un pene colegial, estándar, de dieciséis centímetros, que, aunque es mísero, a ti te espanta ya que es tu primera vez y te han contado que duele mucho. Lo meto y lo saco en ti, no sientes mucho, nos besamos apasionadamente, los mejores besos franceses, nuestras lenguas entrelazadas bailando bajo la luna, son hermosos los besos, pero torpe la penetración. Estoy dándote, cada vez más duro… Al fin comienzas a sentir hormigueos, te encorvas, sientes que vas entrando a una dimensión desconocida, cuando… Llegan tus papás, nos asustamos, nos vestimos. Tu papá me persigue con su bate de béisbol y yo, sin camisa y con los pantalones a medio subir, salto los arbustos de tu casa y escapo… Y eso es todo, tal vez una noche de éstas te vuelva a llamar…
    
    La mujer, atónita, escucha el tono de colgado en la línea. No puede, hay un demonio que le sostiene la mano, y no puede colgar el teléfono. Se queda pensando en cómo reaccionar ante esa situación. ¿Dónde denunciar? ¿Tiene caso denunciar? ¿No había sido una experiencia incluso graciosa? Aunque bueno, de la gracia al enojo, pues ¿entonces ella qué? ¿Cuál es el propósito de llamar a una mujer de madrugada para contarle esas cosas? Pensó en que esos tipos deberían estar enfermos, en que deberían meterse a un manicomio o ser actores, o escritores de esas novelillas que venden en los puestos de periódico. Por un momento ...
    ... sonrío, ya que ella no había tenido que comprar una novelilla del puesto de periódico, sino que más bien le había salido gratis la historia. Esto pensaba, preparando un café y, cuando le ponía la azúcar notó, muy a su pesar, que estaban húmedas sus bragas.
    
    II
    
    Son las cinco de la mañana. La mujer está leyendo una colección de cuentos de Munro, debido a que está de moda leer el material de los que ganan el nobel. Le parecen bonitas las historias. En eso pasa sus noches o viendo películas antiguas, padeció insomnio de los veintitrés hasta los treinta años. Luego, después de quince años, a sus cuarenta y cinco, ha recuperado esa vieja enfermedad: no puede dormir. Su esposo se ha acostumbrado a su estilo de vida tan sui generis, aunque cierto que tampoco es una mujer extraordinaria, sólo alguien con problemas de sueño. Su esposo está acampando a unos quince kilómetros de ahí, esta vez no se ha ido lejos. Es un cazador, de venados sobretodo.
    
    Suena el teléfono. Ella contesta.
    
    —Soy yo, ¿me has extrañado?
    
    De inmediato reconoce la voz cavernosa, de cuchillas licuadas, una voz herida hasta el alma, maltratada por la vida, seguramente. Es un hombre maduro; ella calcula que ha de tener unos cincuenta o sesenta años. Es la misma voz de aquel que le llamo hace alrededor de dos meses, y aunque el sentimiento que experimentaba ante el silencio inocuo del interlocutor no se podría experimentar como nostalgia, sí había una inquietud de qué habría sido del hombre que llamó.
    
    —Vamos ...
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