1. Llamadas perdidas


    Fecha: 09/11/2018, Categorías: Otras Categorías, Autor: FilosofoAullado, Fuente: CuentoRelatos

    Suena el teléfono. La mujer enlutada, malhumorada, contesta de mala gana.
    
    —Escúchame bien, porque es la última vez que te lo voy a decir…
    
    La mujer, cual sacudida eléctrica, no sabe lo que pasa por la mente contenida en aquella cavernosa voz que le habla de madrugada en un tono amenazante. Sabe que no es un sueño, porque en sus sueños ella es delgada y bonita. Así que, fiel a sus genes sanguíneos y memes milenarios, obedece: escucha con atención.
    
    —Vas a levantar tu bata, hasta descubrir tus piernas blancas, lechosas, suaves como el terciopelo que ensueña en el alma la suavidad… Así que ábrelas, un poquito, no demasiado, lo suficiente para que tu mano navegue libremente a través de tus muslos. Siente tu cuerpo, tus rodillas, tus piernas, la parte interna de tus muslos, tu vagina, tu clítoris. Acaricia, bajo la insignia de paz y amor, tus labios vaginales con el dedo medio e índice; eso es tuyo, es tu vida, eres su dueña… Asume el placer de tu cuerpo. Ahora quiero que acaricies con dulzura tu clítoris, muy lento, como un vals de olas en Tulum a las once de la mañana…
    
    La mujer estaba atónita, no lo podía creer. Posiblemente se trataba de una broma de pésimo gusto. Su esposo, un cazador profesional, estaba acampando a muchas millas de distancia y no estaba segura de qué hacer, cómo denunciar semejante atranco de intimidad a las autoridades. Su indignación era grande, pero no tanto como su curiosidad… Eso es lo que le impedía colgar y terminar con la faramalla; ...
    ... ella no se prestaría a semejantes juegos de niño idiota, porque seguro eran unos niños los que estaban haciéndole esa broma, pubertos que apenas iban descubriendo la masturbación. Sin embargo, aquella voz, de hombre y no de niño, gruesa y maltratada por el tabaco y el alcohol, aquella voz anónima siguió airada hundiéndose en los pulmones de la noche y entrando por las orejas de esa mujer:
    
    —Ahora imagíname, ponme la cara que quieras, el nombre que quieras, las características personales que quieras… No me interesa, pero ya que es un ejercicio para desentumir la imaginación, digamos que ambos éramos jóvenes. Unos dieciséis años. E inexpertos, nos vamos quitando la ropa, la vamos arrojando a la orilla de la cocina, donde sea. Tus padres están de viaje. Yo estuve leyendo en una revista pornográfica cómo darle placer a una mujer, así que te derribo, de sorpresa, sobre el sofá y comienzo a lengüetearte vilmente, perdido, empezando por tus piernas y subiendo hasta tu sexo cálido y húmedo pese a todo, pese a mi torpeza… Meto mi lengua en tu cueva, sin mucha idea, más bien desorientado y tratando de imitar, ineficazmente, todas las películas y revistas pornográficas que he visto y leído. Me aferro a tus piernas, las abrazo y dejo mi lengua adentro tuyo con la esperanza de así lograr tu orgasmo… Entiendo que es vano y chupo tu ombligo, hasta subir a tus senos, los cuales, sin previas caricias, muerdo salvajemente, como un australopitecos sexual. Tú das un pequeño salto, eso más que ...
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