1. Huatulco


    Fecha: 05/03/2024, Categorías: Voyerismo Autor: voyenudista, Fuente: CuentoRelatos

    Esto sucedió apenas a fines del año pasado, con mi novia Alina. Durante nuestras vacaciones en la costa de Oaxaca, un día lo dedicamos a un paseo en una lancha deportiva que habíamos reservado con varias semanas de anticipación.
    
    La cita fue a las 10 de la mañana en el muelle turístico de Santa Cruz, que estaba aglomerado, por la temporada alta de diciembre, así que tardamos casi media hora en finalmente poder salir. La lancha no era muy grande, pero para nosotros dos era más que suficiente; el capitán –Roberto- era un tipo serio, de unos cuarenta años y llevaba como auxiliar a un muchacho delgado y joven, de no más de veinte, llamado Sebastián.
    
    Navegamos primero lentamente entre docenas de embarcaciones. Alina y yo nos fuimos instalando, extendimos dos grandes toallas en la colchoneta del asoleadero de proa y colocamos nuestra mochila y cámara en un lugar seco y a la sombra. El sol estaba intenso, sin una sola nube, pero la brisa conseguía un clima perfecto, una vez que pudimos tomar velocidad. De lo primero que hice fue aplicarle abundante bloqueador a mi novia, quien tiene la piel bastante delicada, aunque en los tres días previos había empezado a tomar un hermoso color. Para esta ocasión, Alina había elegido un traje de baño, digamos, conservador. Un calzón negro de corte brasileño con ataduras en los costados que le sentaba de maravilla y un top blanco muy elegante, que le hormaba perfectamente en sus deliciosas y firmes tetas 34C. Yo llevaba uno de mis “pouch ...
    ... bikinis” de Joe Snyder, breve, delgado y cómodo, también negro.
    
    El primer tramo del paseo nos lo pasamos sentados en el asoleadero, disfrutando del paisaje, hasta que llegamos frente a un islote donde, nos dijeron era un lugar muy bueno para hacer snorkel. El agua estaba un poco fría, pero el paisaje subacuático valió la pena; al volver a la lancha nos dimos cuenta que abordar desde el agua no era una tarea fácil, ya que no había escalerilla para auxiliarnos, pero con la ayuda del capitán, lo logramos sin mayor problema.
    
    Alina se tendió boca abajo sobre la colchoneta y yo la sequé para que recuperara el calor; luego le volví a poner bloqueador y le desaté las cintas del top. Anduvimos poco más de una hora navegando, realmente disfrutando de la hermosa costa de ese conjunto de bahías. Al llegar a la playa de San Agustín, nos preguntó el capitán si querríamos bajar allí, pero había demasiada gente y le dijimos que preferíamos un lugar solitario, así que dio media vuelta y tomó rumbo al este. Llegamos frente a la bahía de Cacaluta; a la izquierda había numerosas sombrillas y quizá un centenar de personas, sin embargo el extremo opuesto –a unos 500 metros- se veía completamente solo; le pedí que se acercara a esa orilla. Roberto ancló la lancha con la popa hacia la playa y Alina y yo saltamos al agua, nadando los 20 o 30 metros que nos separaban de la orilla, hasta llegar a la playa de arena dorada en la que el mar estrellaba olas de mediana intensidad. Subimos hacia la duna y ...
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