1. Mis odiosas hijastras (2)


    Fecha: 01/03/2024, Categorías: Hetero Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos

    El hecho de que aquel contacto estuviera registrado con ese nombre raro, “Apaib”, simulando ser el nombre de alguna empresa o institución, sumado a la corta conversación, dejaba en claro que Mariel me había convertido en un cornudo.
    
    Lo que me daba rabia no era la infidelidad en sí misma. Yo no era ningún nene de pecho. En mi tierna juventud ya me habían despedazado el corazón, y lo había juntado pieza por pieza hasta tenerlo entero de nuevo. Ya había hecho de las mías también, tanto en mi adolescencia como en mi etapa adulta. De hecho, había llegado a la conclusión de que todo el mundo debería saber lidiar con la posibilidad de ser un cornudo. Es más, yo mismo, si bien le había sido fiel hasta el momento, no descartaba la posibilidad de tirarme un polvo por ahí. Pero el hecho de que fuéramos pareja desde hacía un tiempo relativamente corto, y que además habíamos empezado a vivir juntos, me habían hecho bajar la guardia. Realmente en ningún momento se me había ocurrido que Mariel fuera a cogerse a otro tipo. Pero evidentemente estaba equivocado. La vida siempre te daba sorpresas. ¿Y ahora qué? ¿Debía mostrarme como un macho orgulloso y marcharme? ¡Que hija de puta! si ella sabía muy bien lo mucho que la quería… y la necesitaba. Además ¿Por qué tanta desprolijidad? Si yo llegara a engañarla, como mínimo me hubiera tomado los recaudos necesarios para no dejar pistas, y así evitar lastimarla. Que una intelectual como ella no eliminara inmediatamente los mensajes de su chongo… ...
    ... qué estupidez.
    
    Otro tema que me sacaba de quicio era el hecho de que alguien se había tomado la molestia de advertirme de esa infidelidad. Por eso, cuando vi a Valentina sonreír —mientras me miraba de reojo, según creí—, estuve seguro de que había sido ella la que me había brindado esa información. Desde un principio se había mostrado antipática y hostil conmigo. Seguramente quería que me fuera de la casa, y había encontrado la excusa perfecta para lograr que yo lo hiciera por cuenta propia.
    
    —Pendeja de mierda —dije, casi por inercia.
    
    Valentina desvió los ojos del celular. Me miró, recostada en el sofá, con los ojos bien abiertos, supuestamente sorprendida —si estaba fingiendo su sorpresa, lo hacía muy bien, pensé en ese momento—.
    
    —¿Vos me mandaste el mensaje? —le pregunté.
    
    —¿Qué mensaje? —dijo ella.
    
    —No te hagas la tonta —respondí, acercándome a ella, furioso.
    
    Era cierto que en sus manos tenía el mismo celular de siempre, y que a mí me había llegado la foto desde un número desconocido, pero sabía que a algunos celulares se les podía poner dos chips diferentes, así que ese detalle no aplacó mi ira. La agarré de la muñeca, dispuesto a quitárselo y obligarla a mostrarme lo que había en él.
    
    —¡Soltame! —gritó, mientras la zamarreaba. Rita había aparecido, y empezó a ladrarme, aunque no se atrevió a morderme.
    
    —¡¿Qué pasa!? —escuché decir a una voz femenina.
    
    Estaba tan sacado que no la había escuchado abrir la puerta. Agostina estaba en el umbral, con ...
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