1. Concurso de disfraces


    Fecha: 03/12/2022, Categorías: Confesiones Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... preguntas interiores me apabullaron.
    
    2. Mi mujer
    
    Ella, Miriam dormía a pata suelta a mi lado exhibiendo su hermoso trasero, las líneas suaves de la espalda, desde sus hombros hasta la cintura y su grácil encorvamiento para pronunciarse en el culo voluptuoso de piel suave y fácil agujero, líneas que se pierden en muslos gastronómicos que dan ganas de lamer en cualquier parte y en todo momento.
    
    “También, después anoche, tiene que dormir”, pensé al sentir un dejo de celos a los que no tenía derecho porque el juego había sido consentido, planeado y ejecutado por ambos y yo también había tenido mi parte en la ruleta.
    
    Con dos suaves besos, uno en cada hombro, me levanté.
    
    El esfuerzo de pararme me hizo sentir el temblor de mis piernas, mi falta de equilibrio y el terrible ardor en mi recto que me recordó la verga del flaco en mis entrañas como si la llevara puesta.
    
    En el baño, me miré en espejo descubriendo los restos de un maquillaje que, ahora y caído el disfraz, me mostraba como un mamarracho.
    
    Pero las necesidades fisiológicas imperiosas me llevaron al wc y descargarme. Luego, la ducha aclaradora de recuerdos; mi mano enjabonarme o acariciándome, aunque por dentro el recuerdo-presencia de la verga se hacía sentir.
    
    Terminada la ducha me miré en el espejo y el maquillaje, corrido, deformado, adherido a la piel como una máscara, permanecía modificándome la cara. Yo me reconocía, pero era otro que llegaba a desesperarme.
    
    Me sacó de ese pozo mi mujer que, ...
    ... ya despierta, ingresó al baño descubriéndome en el estado que estaba.
    
    “Ya te ayudo”, dijo y, después de escuchar su meada y la ducha del bidet lavando la vagina, me tomó de los hombros sacándome del espejo y sentándome en la sala.
    
    Con voz, gestos amables y amistosos, me calmó y lentamente, recurriendo a sus cremas y afeites logró limpiarme la cara, dejándome presuntamente como era antes.
    
    Mientras limpiaba mi cara con sus afeites, deslizaba: “estuviste muy bien anoche”, “te portaste mejor que una mujer”; “me gustó verte, liberado”; “me gustó saberte libre, caliente y espontáneo llenándome de semen”; “tenías la verga parada y dura más grande que nunca”; “me llenaste más que nunca”.
    
    Lo único que dije fue ¿te ha gustado?
    
    “Sí, tonto, no empieces con macanas, a vos te encantó; y a mí ver como tu culito se abría al placer. No seas tonto, cómo no voy a comprenderte”. El “ya está” fue milagroso y, frente al espejo, me vi como era antes, pero distinto.
    
    3.-
    
    Después de esa reconstitución que hizo mi mujer, Mirian, de mi prestancia, y a pesar de que me sentía inseguro, vino el desayuno en el bar del hotel.
    
    Yo no quería mirar a ningún lado. Sentía que, mirara a donde mirara, todos me reconocían como la mejor chica del disfraz. Mi mujer me calmó lo suficiente hasta que, a la merienda, en la mesa del comedor, el mozo se acercó a servirnos café y, al llegar a mí, me dijo desembozadamente: “Lo felicito, Ud. ha estado magnífica anoche al ganar el primer premio”.
    
    La ...