1. Gabriel y Quique


    Fecha: 09/08/2022, Categorías: Gays Autor: Gabriel Vera, Fuente: CuentoRelatos

    ... también, y noté que cambiaba algo la postura, acomodándose mejor, como haciendo sitio. Pensé que su polla también estaba creciendo, y eso hizo que la mía creciera más, placenteramente. Me alegraba el esfuerzo voluntario, el tacto querido y aceptado.
    
    Para el siguiente paso tenía que estar detrás de él, así que me puse con las rodillas a cada lado de sus muslos, y bajé un poco la toalla, porque si no no vería dónde tenía que tocar. El canalillo de las nalgas se veía bien, y me imaginé las nalgas desnudas, firmes, tensas en la espera. Ya empezaba a ser notable la erección mía.
    
    Presioné sus nalgas con los pulgares, y me comentó que, efectivamente, algo notaba por la espalda. Sujeté un poco más y después volví a moverme arriba y abajo. Me cansaba de la posición, que tuve que relajar, y me bajé un poco, tocando con mis muslos los suyos. El calor que nos transmitíamos era notable. Se me aceleraba la respiración.
    
    —¿Está bien así?
    
    —Muy bien. Sigue, por favor, un poco más.
    
    No me comentó mi posición entre sus nalgas. Y sin embargo debía notar el bulto de mi polla, incluso a través de la toalla. Seguí con el masaje, que, según avanzaba, se iba transformando en caricia, en contacto que perseguía más contacto, más duradero, más sensual. Ahora no era de uno para otro, sino que era entre los dos, insensiblemente.
    
    —Me puedes quitar la toalla, si es más cómodo.
    
    No dije nada, pero suavemente la retiré, dejando que se arrastrara por su piel mientras la quitaba, lo que noté ...
    ... que le daba un escalofrío. Ahora lo tenía desnudo debajo de mí, estirado y luego recogido de brazos.
    
    Me senté sobre sus nalgas, para que sintiera mi polla estirada ya, tensa, dura, y que puse a frotar por su raja, mientras le acariciaba los brazos. Suspiró. Me aparté un poco, para volver sobre sus muslos, y, desde donde estaba, tocar con las manos sus pantorrillas, y vi que la cabeza de su pene estaba saliendo entre las nalgas, apretado por su cuerpo, pero deseando salir al aire.
    
    Me retiré un poco, y, tomando más aceite, la derramé por su raja, y apliqué en su glande el lubricante, sin llegar a tocar nada, pero apreciando el brillo que tomaba con las gotas que le caían.
    
    Me puse sobre él, sobre su espalda, tapándolo amorosamente, con un estremecimiento. Ahora se atrevió mi boca a tocar sus hombros, la base de su cuello. La lengua, sin pensarlo, fue a su oreja, y tocó levemente su lóbulo.
    
    —¿Así está bien?
    
    —Muy bien. Un momento.
    
    Volvió la cabeza para donde yo estaba, levantó el cuello, me acercó los labios, susurró:
    
    —Sigue como quieras. Estoy deseando.
    
    Me estremecí. Bajé un poco y le besé la oreja, suspirando fui hacia adelante, le besé los labios que me presentaba. Le pedí que se diera la vuelta.
    
    Las caricias en las que pasé no sé cuánto tiempo me llevaron al paraíso. Él me correspondía de vez en cuando, pero yo no quería más que ser de él, así que no pedía nada. Su hermosa polla estaba erguida, y me lancé sobre ella mientras le levantaba los pies, ...