1. Gabriel y Quique


    Fecha: 09/08/2022, Categorías: Gays Autor: Gabriel Vera, Fuente: CuentoRelatos

    ... serán.
    
    Seguimos hablando de generalidades, pero yo notaba que algo le molestaba. Un asunto amoroso, seguramente. Yo ni me acordaba de esas cosas. Alguna prostituta, algún roce con un chico, según me diera. No me llamaba mucho la atención el asunto.
    
    Le dije que si quería se podía quedar esa noche en casa, total, su habitación estaba vacía, alguna ropa tenía allí, se podía apañar, y así descansaba y me hacía compañía.
    
    —Lo que me vendría bien es un masaje. Llegué tarde al sitio este del patio, que ya los conozco. La espalda la tengo tensa.
    
    —Hombre, yo te puedo ayudar un poco, que he practicado desde aquel curso…
    
    Nos reímos porque había sido una idea mía de hacía no sé cuántos meses meterme en unas clases de yoga tántrico, que en realidad no me sirvieron para nada, más que para hacer bromas luego sobre el asunto.
    
    —No, en serio, lo otro no, pero algunas nociones sí me dieron. Además, lo más que puede pasar es que tengas que ir a urgencias por el descalabro.
    
    —Bueno, vamos a probar.
    
    Le dije que se duchara, que eso ayudaba, y, mientras, fui cogiendo una toalla grande y aceite que tenía por ahí. La luz de la habitación la dejé apagada, porque con la del pasillo bastaba. Me había puesto camiseta y pantalón del pijama, nada más, como suelo.
    
    Salió de la ducha, con una toalla a la cintura, y se acostó sobre la otra toalla. Se dejó la pequeña por pudor, claro, desde pequeño no le había visto sus genitales.
    
    Recordando lo que me habían dicho, fui calentando ...
    ... el aceite; por suerte, las manos no las tenía frías; se me quedan heladas a veces. Le toqué la base del cuello, y dejé siempre unos dedos en contacto, para no dar sorpresas al tocar, que era otra idea que me habían dado en el curso. Empecé por los hombros, y sí que se notaba que los músculos estaban tensos. Se lo comenté y me agradeció el masaje.
    
    —La verdad es que es agradable. Ah, qué bien.
    
    Ví que no podía seguir con el masaje si no cambiaba de posición, porque la cama era baja, claro, no era camilla, y me cansaba de estar agachado.
    
    —Me voy a tener que poner en la cama para poder tener fuerza, si no, esto no funciona.
    
    Me puse de rodillas a un lado de él y continué con el masaje, ahora bajando a la cintura. Me acordé del punto en las nalgas que, al tocarlo, llegaba con su sensación por toda la espalda. Pensar en ello, me sorprendió, me hizo considerar las nalgas de Quique, tan cerca, y por eso empecé a tener una erección. Intenté apartar aquella idea de mí, pero no podía. Subí a los hombros, me moví por la espalda, para dedicarme a otra cosa, pero no podía apartarla de la mente. Estábamos en silencio en todo este rato, y yo veía que se había tranquilizado su respiración, y había extendido los brazos, como si estuviera lanzándose al aire.
    
    Le propuse, sin mucho convencimiento, el punto de las nalgas, y me dijo que probara, a ver, que le estaba haciendo bien el masaje, quién lo iba a decir.
    
    —Pues ahora voy —dije.
    
    Presioné un poco más, añadiendo más aceite ...