1. En la sala de juntas...


    Fecha: 23/06/2022, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: femerba, Fuente: CuentoRelatos

    ... nada importunara, apagó las luces. La única luz que llegaba a través de las ventanas, procedía de la iluminación instalada en el exterior del edificio. Aquel beso, tímido e inesperado, pronto subió en intensidad. A los besos siguieron las caricias. Ella guiaba mis manos para que acariciara sus muslos, por debajo de su falda, y yo fui un poco más allá. Además, el escote de su blusa permitía que mi rostro hiciera contacto con sus pechos, protegidos con un diminuto sostén.
    
    Pensé que aquello no iba a pasar de ahí, pero me equivocaba. Ella empezó a jadear con cada una de mis caricias y eso, indudablemente, invitaba a más. No estaba cómodo allí, como la primera vez, en mi oficina, pero estábamos allí y era una oportunidad. Yo estaba dudoso. Lleve mis dedos a la boca para hacerle a ella la señal de que guardáramos silencio. Aquello, si iba a pasar, tenía que ser en total silencio. Y ella, al verme hacerlo, asintió con la cabeza.
    
    Ella, en seguida, y sin yo decir una palabra, se sentó en la mesa, frente a mí, colocando sus piernas abiertas, se despojó de su blusa y yo, muy colaborador, desabroché y retiré su brasier, dedicándome entonces a besar sus pechos y lamer delicadamente sus pezones que, en este momento, ya estaban tiesos. Ella guiaba mi cabeza para que siguiera en esa labor y, después de un rato, me empujó para que dirigiera mis besos hacia su sexo. Entonces, hice que se pusiera de pie, desabotoné y retiré su falda, y también sus bragas, quedando tan solo con sus ...
    ... medias y zapatos. Volvió a sentarse en la mesa, frente a mí, con sus piernas abiertas, pero se dejó caer de espaldas, quedando yo sentado, con su sexo en frente de mi rostro. Era evidente lo que quería.
    
    Empecé a besar su vagina y lamer con delicadeza su clítoris, a la vez que acariciaba sus piernas y sus pechos. Empezó a gemir muy suavemente y yo, lleve una de mis manos a su boca, para hacerle saber que debía quedarse callada mientras yo la atendía. Creo que lo entendió, porque no volví a escuchar nada. La presión de sus manos sobre mi cabeza me daba indicios de la intensidad de las sensaciones que ella experimentaba. Y seguí así largo rato, utilizando también mis dedos dentro de su vagina para estimularle y procurarle más placer. Ella comprimía mi cabeza con sus piernas, empujaba sus caderas contra mi cara y movía incesantemente sus manos sobre mi cabeza.
    
    Decidí, entonces, hacer algo más. Me levante, me bajé los pantalones, saque mi pene y la penetré. Ella continuaba recostada de espaldas sobre la mesa, con sus piernas descolgando sobre el borde y yo, parado en medio de ella, metiendo y sacando mi verga en su vagina, que estaba calientica y húmeda, apretadita. La sensación era deliciosa. Mientras lo hacía, acariciaba con mis manos sus pechos y ella, manteniendo sus ojos cerrados, gesticulaba con su boca; apretaba sus labios, sonreía, movía su cabeza a lado y lado, y trataba de gemir, en tono bajito, muy pasito.
    
    Yo seguí empujando mi pene dentro de ella y levanté sus ...
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