Lucía y dos chicos negros
Fecha: 24/12/2021,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... cara de idiota, pero para mi sorpresa no fue celos lo que sentí, sino una mezcla entre orgullo de que mi novia despertara pasiones y un pellizquito de lujuria: me había dado morbo que aquellos dos negros jovencitos se la follaran con los ojos.
Aparté esos pensamientos y seguí a lo mío tumbado. Tampoco hablé del asunto con ella, me limité a alzar la cara hacia los rayos solares en silencio.
Al rato, Lucía me dio un golpecito en el hombro.
Quiero beber algo -me dijo.
¿Quieres que vaya a la nevera a por un refresco? -pregunté.
No quedan. Les he dado los últimos a ellos -dijo señalando hacia los dos chicos.
Pues entonces, vas a tener que beber agua -le dije levantando los hombros.
Ella bufó y me dio la espalda algo molesta.
¿Qué quieres que haga? -pregunté un poco indignado por su enfado.
Podrías ir al pueblo, al supermercado, y comprar unas latas.
¿Ahora? -pregunté un poco sorprendido.
¡Iría yo, pero no sé conducir!
Tía, eres de lo que no hay. No voy a ir al pueblo ahora. El coche está en todo el sol, tiene que ser un horno.
Venga... -se puso melosa ella-. Si me haces ese favor, a lo mejor puedo ser muy buena contigo yo luego.
Eso cambiaba los términos de la negociación. La miré fijamente y ella se apartó las braguitas del bikini para enseñarme la rajita. Me levanté y fui al apartamento a por las llaves el coche. De pronto la perspectiva del calor no parecía tan mala si auguraba una noche de guerra. A decir verdad me estaba aburriendo ...
... bastante en las tumbonas sin poder leer, así que tampoco estaba tan mal lo de ir al pueblo a pasearse un poco y comprar unas cosillas.
Me monté en el coche, puse el aire acondicionado a toda pastilla y me puse en movimiento. Asomando desde la alberca, ella me hizo un gesto de despedida y me tiró un beso. Giré a la derecha en la puerta de la finca y enderecé por el camino. Diez metros más adelante estaban aquellos dos negros que me miraban sonrientes incorporándose.
No había caído en la cuenta: ahora iba a quedarse ella sola con los dos negros. ¿Y si...? No, no. Lucía nunca haría eso. ¿Pero y si...? Mil vueltas dio mi cabeza. Estaba claro que los negros se la habían comido con los ojos y ahora se quedaba sola con ellos dos y yo sabía por nuestras conversaciones que ella siempre ha tenido cierto fetiche por los hombres de color.
Pero todo eso me parecía inverosímil. Simplemente ella no es una mujer infiel, pensé, y continué conduciendo hasta la siguiente curva. Al girarla, me di cuenta de que ya no podía ver la casa rural ni el camino ni a los negros por el espejo retrovisor. De pronto, ellos tres habían entrado en un mundo de posibilidades infinitas, pues no estaba yo para verlos. Eché el coche a un lado y lo detuve y me bajé. Anduve para arriba y para abajo. Estos celos no son propios de ti, me dije a mi mismo. Nada, olvídalo, vuelve al coche. Hice el ademán de subirme, pero en lugar de eso cerré la puerta de un golpe y fui caminando hacia la casa rural evitando el ...