1. Con su blanca palidez


    Fecha: 09/12/2021, Categorías: Sexo Interracial Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... sus tetas aparecieron ante él, bamboleándose muy levemente, aún más pálidas que el resto de su cuerpo, casi lechosas…
    
    Andriy quería tener tetas.
    
    Kalu hablaba en su idioma materno con el amo y con Chaswe, los únicos seres humanos con los que se comunicaba desde que llegó al harén. En la escuela había aprendido algo de francés, pero apenas se acordaba ya. En el harén no tenía libros, ni maestros, ni deberes; sólo gimnasio. Para lo que el amo quería de él, no necesitaba estudiar. Chaswe tenía televisión en su cuarto, pero a él no le dejaban verla. “Tú no entiendes este idioma” le decía; y era cierto. Sin embargo, le gustaba espiar la televisión, cuando tenía ocasión. No entendía lo que decían (muchas veces, ni lo oía), pero era menos aburrido que estar en su habitación sin hacer nada…
    
    Andriy hablaba ucraniano, un idioma extraño que incluso se escribía diferente, pero demostró tener una facilidad pasmosa para aprender el de él. El caso es que el amo le ordenó enseñarle su idioma y él, a fingidos regañadientes, obedeció. Las clases se convirtieron en un delicioso martirio, cuando Chaswe no les veía. Besos robados, caricias furtivas, ese juego inocente y perverso de excitar al otro, evitando excitarse demasiado uno mismo; todo servía para hacer más insoportable la espera de la noche… y más acuciantes las urgencias en su reencuentro clandestino.
    
    Pronto pudieron hablar, comunicarse y, al irse conociendo, su pasión casi animal evolucionó hacia algo mucho más profundo. A ...
    ... Andriy le gustaba dibujarle corazones con el dedo en cualquier parte del cuerpo, especialmente cuando el deseo se había saciado. Así que no significaban “te deseo”, sino algo más. A Kalu le parecía un gesto ñoño, fingía desdeñarlo y no correspondía nunca, pero la verdad es que le gustaba sentirlo y lo extrañaba cuando no se lo hacía.
    
    Así, entre corazones efímeros, supo que Andriy se sentía una chica, no un chico. Quería ser una chica, no tener esa ridícula virilidad casi infantil que le colgaba siempre inerte, y que odiaba. Incluso había elegido ya el nombre para cuando lo fuera: Nadiya, que significaba ‘esperanza’. Porque tenía la esperanza de que un día sería una chica, se vestiría como ellas, se pintaría como ellas, cosas que en el harén no podía hacer; el amo le mataría si lo intentaba…
    
    Kalu no lo entendía, no le cabía en la cabeza que, siendo chico, quisiera ser ‘femenina’ (fútil, según el amo), pero lo aceptaba con resignación; le quería como era, adoraba hasta sus defectos y le encantaba oírle fantasear con su vida como Nadiya. Se operaría, se cambiaría de sexo (¿de verdad se podía?). Sería una mujer ‘completa’ (y le brillaban los ojos cuando lo decía). Y tendría tetas. Unas tetas mayores que las que Kalu recordaba de su madre.
    
    Unas tetas mayores que las que ahora tenía delante.
    
    Se dio cuenta de que el ama le miraba, visiblemente molesta. Se había abstraído recordando a Andriy mientras contemplaba las primeras tetas que veía y a ella no le había gustado. Tomó ...
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