1. Doña Clara y su criada Celia


    Fecha: 27/09/2021, Categorías: No Consentido Autor: Thotem, Fuente: CuentoRelatos

    A sotavento el barco cabeceaba algo, la mar picada de los días anteriores hacía presagiar una ligera calma. Los cinco integrantes de la tripulación ya estaban cansados, querían llegar a puerto. Todo era un cúmulo de problemas, por una parte en Solandia habían subido a bordo la señora Clara y su asistenta tras una breve negociación con el Capitán. Había insistido la señora Clara que le reclamaban en su país de forma urgente. La necesidad de que embarcaran se les hacía imprescindible. Los baúles precintados de la señora habían sido subidos a cubierta y almacenados, por orden expresa en su camarote.
    
    Doña Clara era una mujer aburguesada, a sus 45 años conservaba ese aura de distinción de gran dama. Había enviudado hacía dos años. De estatura alta, complexión corporal robusta, pero nervuda, con unos grandes pechos y un culo moldeado redondo y aún subido para su edad. En contraste su criada Celia no pasaba del metro y medio y no pesaba ni cuarenta kilos. De cara agraciada, rubicunda con unos pechos como limones y un culo pequeño.
    
    Celia cumplió su misión perfectamente, cada vez que el corpulento marinero pasaba revista a los pasillos se las ingeniaba para evitar que revisara el contenido de los baúles, un requisito necesario a toda tripulación de a bordo indispensable. Doña Clara, había conseguido que los otros tres marineros le subieran la mercancía, su exigencia hacía ellos era autoritaria, apenas los volvió a saludar, solamente cruzaba algunas palabras con el capitán, ya ...
    ... que había tenido la deferencia de embarcarlas en un barco sin pasajeros.
    
    Al atracar en el puerto franco de Sislaya las autoridades pertinentes hicieron muchas preguntas al capitán sobre un material sustraído en Solandia, se trataban de joyas pertenecientes a la corona de dicho país. El capitán sospecho de los baúles, pero se guardó ningún comentario y no mencionó que llevaba dos pasajeras a bordo. Eran conocidos y amigos del capitán y por esas se escapó de su registro. El capitán empezó a sospechar que le hubieran pagada esa suma de dinero por llevarlas en un barco vacío y con esa explicación extraña asegurando que eran objetos personales los baúles.
    
    Levantaron anclas en Solandia de regreso a fin de trayecto. El capitán reunió la tripulación que aparte de él se componía de cuatro miembros: Sulango, un ex presidiario de 38 años, de porte macarrónico y salvaje. Tarasio, de 25 años que se enroló hace unos años después de salir del correccional. Pantaso, de 40 años, mecánico venido a menos por su fuerte adicción a la bebida. Por último Euclides, el vigilante de camarotes, de 51 años, su estatura rozaba los dos metros, llevaba un diente de oro, el capitán lo enrolo hacía diez años, no sé sabía de su vida, pero sí de su voracidad femenina.
    
    El capitán ordeno un registro al camarote de la señora en su presencia. Los marineros se miraron, esa misma mañana Doña Clara había paseado por la proa con aires de reina y grandeza. Euclides se sintió ofendido en su fuero interno por no ...
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