1. Inversión de sujeto


    Fecha: 17/09/2021, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... Me introduzco en la ducha y espero que su mano calibre la temperatura del agua. Después es ella la que se introduce, reduciendo el espacio entre nuestros cuerpos en aquel estrecho cubículo. El tacto de sus dedos en mi pene flácido me resulta extraño. Sé que me está mirando, pero mi vista está caída, centrada en los primeros gestos de sus manos; tira de mi piel, comienza a hacerlo crecer mientras una lluvia templada nos moja. Su mano hace emerger el glande, e inmediatamente lo baña de un agua tamizada por el mover de su mano. Siempre es ella quien lleva la iniciativa. Vierte jabón en la palma de su mano y me limpia masturbándome. Finalmente me aclara y la espuma desaparece entre nuestros pies enfrentados.
    
    Después dirige la ducha a su cuerpo. La tez morena se extiende de manera uniforme, no es producto del sol. Ha evitado mojarse la cara para no estropear el maquillaje; sigo el recorrido del agua cayendo por su cuerpo, observo cómo se desliza por el contorno de sus pequeños pechos, cómo se acelera al caer por su vientre plano. El trayecto me lleva a observar su pubis, adornado con una tira de vello negro, recortado y cuidado, que se yergue continuando la forma de su vulva. Después sus muslos largos, delgados pero torneados, y de ahí mi mirada vuelve a saltar a su brazo extendido, a la mano con la que sigue dando dureza a mi polla cada vez más crecida. Centra el chorro en su sexo, observo cómo se enjabona, cómo restriega y finalmente vuelve a aclarar. Después agarra mi ...
    ... mano. La lleva a su entrepierna, me hace tocarla.
    
    - ¿Te gusta?- pregunta con una voz suave que se pierde en los ecos de la ducha. Muevo la cabeza en un gesto afirmativo y musito un sí que apenas resulta audible. Cuando cierra el grifo, pese al calor que nace en mi cuerpo, mi piel siente un frío repentino. Desaparece cuando ella toma una toalla blanca y comienza a secarme pasándola por mi cuerpo. Salimos de la ducha. Se ha colocado a mi espalda; giro la cabeza para encontrar su mirada sobre mis hombros. Sabiamente, con una práctica repetitiva en la que no quiero pensar, consigue que el mar de gotitas en mi cuerpo desaparezca sin dejar de estimular mi sexo. Después me tiende la toalla. Ahora te toca a ti, me dice, y girándome quedamos por un instante frente a frente, sin espacio por el que el aire refresque el calor que su aliento dispersa en mí. Acto seguido es ella la que se gira. Me ofrece su espalda. Mi mirada la recorre: el pelo doblemente recogido para que no se moje, la parte más alta, sus hombros, casi hasta su cintura, está extrañamente seca, sus nalgas en cambios están moteadas de perlas de agua. Mis manos se ponen a la labor con demasiada profesionalidad. Rodeo su cuerpo y deben ser sus manos las que me encaminen a zonas que no necesitan secarse sino avivar la llama.
    
    La toalla se despliega como unas alas, hasta posarse en mis hombros y colgar de ellos como la capa de cualquier superhéroe; cuando ella, después de hacer crecer mi rabo hasta el máximo, se muerde el ...
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