1. Negación - Capítulo 10


    Fecha: 07/01/2018, Categorías: Hetero Autor: Gonza-Neg, Fuente: CuentoRelatos

    ... Eres un Imbécil – dije, cerrando los ojos, alarmado por el curso que estaban tomando las cosas, primero la Oficial y ahora el Médico.
    
    - Seguramente se trató de un ajuste de cuentas ¿no?... por eso trabajas tanto, para tener dinero para pagar tu vicio y tus deudas… Debes estar bien metido, para que unos cabrones te agarren a golpes hasta casi desconfigurarte la cara… Vas a tener que decirles, a Tamar, a Claudia, a Miguel, a todos… Vas a tener que decirles en que andas metido… Sinos le dices tú… ¡les voy a tener que contar yo! – le propiné un golpe en la cara con mi puño, vertiendo todas mis fuerzas en él.
    
    - ¡No te atrevas a amenazarme! – le grite. No sabía de qué parte venía ese arrebato de agresividad, pero esas advertencia tan simple, hizo que todo el rencor que sentía, toda la vergüenza que viví, todo el dolor, la impotencia, el miedo y el odio que he estado experimentando aflorara. Me tomó un segundo comprender lo que había hecho, golpeé a una persona que nada tenía que ver con los sucesos que me han estado atormentando desde que mamá enfermó. Golpeé a una persona que nada tenía que ver con las decisiones que yo había tomado. Golpeé a una persona que solo trataba de ayudarme.
    
    En el segundo en que entendí eso y experimenté toda la oscuridad en mí interior, algo se derrumbó alrededor. De pronto el mundo ya no tenía luz de día, en él sólo existía penumbra de noche. Igual a todas aquellas madrugadas en las que caminé rumbo al paradero, para venderle mi cuerpo y mi ...
    ... alma al Diablo. Y sentí un pesar nuevo, en el centro de mi pecho, una agonía que me ahogaba dejándome sin aliento. Traté de inhalar aire dos veces, mientras veía un par de ojos verdes sondeándome, mirándome con lástima.
    
    Lloré mientras unos fuertes brazos me contuvieron, calmando mi dolor. Lloré sobre ese hombro minutos y horas, que se convirtieron en días y años. Y ninguno de los dos dijo nada. Sólo se oía mí lamento.
    
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    Me gustaba el pueblo, me traía recuerdo de tiempos mejores. Llevaba meses sin venir. Su aire fresco llenaba mis pulmones de nuevas energías positivas. Muy diferente a la polución a la que me había adaptado, demasiado rápido para mí gusto. Provenía de este sucucho rural, de este lugar apartado del mundo, cuya población no superaba los mil quinientos habitantes.
    
    Aun existían construcciones antiguas, rememorando el tiempo en que los primeros colonos llegaron a invadir este valle con su asfalto y sus ladrillos. La pequeña iglesia frente al parque era un ejemplo claro de ello, llevaba cerca de doscientos años erguida, inexorable al paso del tiempo, contemplando la vida de miles de personas ir y venir en busca de mejor fortuna. Me hallaba mirándola con detención, sentado en una banca, bajo la sombra de un antiquísimo árbol. La brisa del viento me llegaba desde el sur, desordenando mi cabello. En este lugar perfecto, me sentía ligeramente en paz.
    
    De alguna forma, Sergio prometió no decir nada, por ahora, cuando la verdad era que no había nada que ...
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