1. Trío en la piscina con nuestra adorable hija


    Fecha: 31/12/2017, Categorías: Incesto Autor: LadyClarisa, Fuente: SexoSinTabues

    ... Yo me alejé, dejando que ellos interactuaran a solas. La menor le acarició el cabello a su padre. Sus ojos cerrados daban cuenta del placer que su clítoris recibía gracias a la lengua mojada que estaba explorando su interior. Tenía las piernas muy separadas. Mi esposo, al fin entregado a los corrompidos deseos que nosotras habíamos implantado en él, practicó sexo oral a Laura durante largos minutos. Se separó cuando la excitación le produjo nuevos deseos. Una urgencia masculina natural. Respiraba trabajosamente, como si su ser librara una batalla interna contra su propia mente. Se acostó en el mismo lugar de Laura, y mi niña, apurada, se arrodilló junto a su papá. Sus manos recorrieron el amplio pecho, acariciándolo y dándole besos en los pezones. Él rio y una de sus manos escapó para frotar la espalda bronceada de la nena. —El pene, amor —sonreí, señalando la polla en erección. Laura descendió con besos ingenuos por todo el vientre de mi marido. Bajó en dirección al miembro que apuntaba hacia el cielo, como una protesta contra las leyes sagradas que protegían a los niños y prohibían que se practicara el sexo prematuro con ellos. Esa era una barrera que yo me había encargado de limpiar. Esta vez, Laura era la protagonista y yo una mera observadora. Once años de edad bastaron para que la pequeña se convirtiera en una mamadora eficaz. Encerró el pene con ambas manos y bebió de su glande, pegándose a él como una sanguijuela que busca extraer el néctar sagrado. Felipe se ...
    ... contrajo de placer y morbo. Su vientre subió y bajó mientras trataba de moverse para que Laura no lo poseyera. No obstante, sus intentos fueron en vano, pues las delicadas manitas sostenían su verga de una forma firme y precisa. La lengua bañó con saliva la cabeza y descendió hasta los testículos. Me aproximé para ver mejor lo que sucedía. Una mano de mi marido se alargó para acariciarme la nalga. La otra estaba ocupada sobándole la cabeza a Laura. Los dientes de la niña mordieron la suave piel del saco que mantenía los calientes huevos de su papá. Succionó uno y lo impregnó de saliva tibia. Luego, restregó la superficie cubierta de venas por toda su cara angelical. —Creo que ya es hora de que empiece la verdadera fiesta. Me fui a por el lubricante. Quizá me tardé un poco buscándolo, porque cuando regresé, ellos habían cambiado de posición. Laura se colocó como una gacela a cuatro patas. Los músculos de sus brazos y sus piernas estaban tensos y su espalda se arqueaba hacia abajo con la misma flexibilidad que una construcción antigua. Los ángulos de sus curvas y de sus nalgas ofrecían a mi marido una asombrosa visión de los placeres infantiles. Entonces, Felipe descendió con besos por toda la espalda de la niña. Yo, aproximándome con cautela, temiendo no romper ese amorío entre padre e hija, empecé a besar las nalgas de Laura. Felipe se hizo con la otra, y entre los dos llenamos de mordidas el trasero de nuestra pequeña hija. Lo hicimos de forma pausada, mirando el palpitante sexo de ...
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