1. Trío en la piscina con nuestra adorable hija


    Fecha: 31/12/2017, Categorías: Incesto Autor: LadyClarisa, Fuente: SexoSinTabues

    Un año transcurrió desde aquella sesión de masturbación con Laura, y durante todo ese tiempo, logré mantenerme cuerda, tratando de que la lujuria alimentada por amar el infantil cuerpo de mi hija no me invadiera las entrañas. Nuestra relación se había vuelto algo lésbico, secreto y amoral; algo que no merecia ser confesado a nadie, pues se trataba de un abismo sin fondo del cual ni ella ni yo queríamos salir. La intimidad entre nosotras se materializó en una extraña evolución mental de Laura. Era como si la inocencia de mi nena hubiese sido puesta en tela de juicio y después, enviada a ejecutar por el verdugo del placer abstracto. Así pues, ahora mi hija miraba la vida de una forma distinta. Desarrolló una madurez impropia para alguien de su edad. La perversión de mis actos, poseyéndola cada dos o tres noches, logró cambiar su mirada y la ternura que la caracterizaban antes. —Quiero meterme algo —dijo cuando le bajé los diminutos boxers de encaje que le había comprado la semana pasada. Separé sus piernas y admiré su vulva enrojecida. —¿Qué cosas? —le pregunté. Tenía en mis manos un poco de crema para pasteles, y coloqué una traza sobre su diminuto clítoris. También separé sus labios y exprimí un poco de aquella espuma dulce dentro de su vagina. Mordí la parte interna de sus piernas y acaricié su vientre, bajando hasta el monte de venus. —Una polla. Arqueé una ceja mientras empezaba a lamer el sexo de la niña. Esta era la segunda vez que Laura me pedía algo así. Seis meses ...
    ... atrás, la pequeña mano de mi hija se introdujo por completo en mi vagina, haciendo que ella se sintiera fascinada por la penetración, y había intentado hacer lo mismo con su cuerpo. No obstante, la presión sobre su himen le producía un dolor que no estaba dispuesta a correr por su cuenta. Necesitábamos un hombre si quería que Laura se conviertiera en una mujercita hecha y derecha. Y el único hombre disponible era mi esposo, Felipe. Se trataba de un individuo de mentalidad abierta. Adoraba el sexo conmigo, pero también tenía gustos en cuanto a cosas fuera de nuestra intimidad se trataba. Cuando Laura tenía seis años, yo lo había masturbado en la ducha, y mi niña, inocente, no le había prestado atención a la cantidad de esperma brotando de aquel maravilloso órgano. A Felipe le gustaba exhibirse, y no era raro que se la pasara medio desnudo por la casa. La idea de que él fuera quien desvirgara a Laura me llenó de algo parecido al miedo, pero que tampoco era tan complejo como para dar la vuelta y renunciar a todo lo que había pasado en el último año. Además, yo me moría de ganas por adentrarme en el cuerpo de mi hija. Necesitaba sentir su calor y la humedad provocada por sus ternísimos tejidos. Dentro de unos años, comenzaría la adolescencia y entonces perdería esa gracia infantil de la cual yo estaba tan enamorada. Así pues, abordar el tema con Felipe no fue fácil. Decidí hacerlo mientras nos relajábamos en la piscina de una vieja finca que teníamos en un pueblito alejado de la ...
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