1. Una noche en el calabozo


    Fecha: 13/02/2020, Categorías: Sexo en Grupo Tus Relatos Autor: Kalu Arba, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X

    ... pistola. 
    
    Me quitó las esposas. Me dijo que luego seguiríamos hablando y volvió a irse. 
    
    En el momento en que me quedé sola sentí cosas extrañas. Pensé en el cuerpo del oficial empujándome contra las rejas mientras tocaba mis pechos, me sentí sucia por desear que me empujara más, que me tirara del cabello o que me apretara con fuerza las nalgas quizá.
    
    Recordé una de las películas que veía a solas cuando mis padres dormían, en la cual una mujer había robado un banco y luego de encarcelarla los policías se divertían. Logré mojarme con el simple recuerdo del orgasmo que había tenido aquella vez, mientras me tocaba y veía como los uniformados descargaban su furia con sus viriles miembros sobre aquella mujer.
    
    ¿Qué estaba pasando? No lo podía entender. ¿Acaso deseaba que esos policías me hicieran lo mismo a mí? Sí, y a la vez no.
    Por una parte, me excitaba la idea, pero por otra parte me hacía sentir sucia. ¿Qué pensaría mi familia de mi si pudiesen ver mis deseos? ¿Qué dirían las señoras de la iglesia al ver que mi cuerpo gritaba por entregarse a aquellos fragantes hombres y sentir de una buena vez el placer de llenar todos mis vacíos?
    
    Aquellas preguntas habían moldeado mi vida, mis rutinas y mis metas. Esas estúpidas preguntas hicieron que siempre suplantara mi verdadera voz interior por una falsa, que siempre disimule mis deseos de una perra en celo y que finja ser una joven inmaculada.
    
    Había pasado más o menos una hora, calculé que debía ser las 3 de la ...
    ... mañana y de repente oí pasos que se acercaban. 
    La puerta se abrió y volvió a entrar el mismo policía, se apartó a un costado y entraron cinco uniformados más, como si hubiesen ensayado el ingreso para una exposición. La puerta se cerró. El policía miró a los demás y asintió con su rostro, inmediatamente los cinco vinieron hacia mí. Me tomaron de los brazos y me llevaron hasta la mesa donde me empujaron y me hicieron recostar boca abajo con mi cara sobre ella. Tiraron mis brazos hacia atrás y los esposaron sobre mi espalda, luego ataron mis pies contra las patas de la mesa. El policía que les había dado la orden se sentó en la única silla que había, otro me tomo de los pelos y me hizo levantar la cara, estaba sentado frente a mí y riendo me dijo: 
    
    —Ahora vas a reflexionar, Elizabeth. 
    
    Mis piernas abiertas formaban una A mayúscula sin barra, atadas cada una hacia un costado. Mi cuerpo hacía un ángulo de noventa grados en donde mi cola era el voluminoso vértice. Intenté moverme, pero era imposible. 
    
    Otro de los policías se paró adelante con una fusta de cuero en las manos. El miedo y la intriga me poseyeron cuando se fue detrás de mí y ya no lo pude ver. 
    
    El primer golpe directo en mi cola me hizo gritar, en el segundo, el sonido que emití pareció más a un gemido. No sabía en qué terminaría todo aquello y los policías no paraban de reír. 
    
    En un momento, no sé cuántos golpes ya me había dado, se detuvo y alguien comenzaba a desatar mis pies mientras otros me sostenían ...
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