1. Nadie me ha trastornado tanto como Alexandra


    Fecha: 19/11/2017, Categorías: Gays Autor: Profesor81, Fuente: CuentoRelatos

    ... Desprendiendo un morbo y fetichismo total. Yo estaba muy ilusionado pero tampoco quería hacer nada para cagarla porque me podía caer un paquete muy gordo como profesor si ella se cabrease o alterase. Lo único que llegué a hacer ese jueves mientras acariciaba su hombro izquierdo con mi mano derecha fue colocar mi dedo índice en el cuello de su camisa blanca, pero solo colocarlo, para ver si reaccionaba. Como no reaccionó pensé en no tentar más a la suerte por ese día y al cabo de unos minutos dejé de tener mi mano en su hombro.
    
    Por las noches no hacía más que mirar las fotos del móvil que disimuladamente le hacía durante toda la semana. Era increíble cómo me fui obsesionando con cada uno de sus jerseys y sus correspondientes camisas. Y se me hacía eterno tener que esperar hasta el siguiente jueves para poder volver a acariciar su ropa; y ahí la suerte sí que me acompañó pues justamente el martes por la tarde el otro alumno que venía me dijo que no podría venir por lo que solo estaríamos esa tarde solos Alexandra y yo. El poder adelantar dos días mi ritual de acariciarla por el hombro tímidamente me llenó de alegría y entusiasmo.
    
    Además ese día estaba preciosa, aunque bueno, ya todos los días me parecía preciosa combinase como combinase su ropa, con un jersey azul oscuro y una camisa azul claro. En cuanto tuve oportunidad me acerqué a colocar mi mano en su hombro mientras le explicaba algo delante del ordenador. Ella impasible y tímida como siempre sin decir nada. Empecé ...
    ... las caricias por ese jersey azul oscuro hasta que llegue al cuello de la camisa la cual titubee si tener el valor de llegar a acariciarla.
    
    Me lo pensé varios segundos que se me hicieron eternos pero al final me decidí y muy sutilmente agarré de forma suave el cuello de su camisa entre mis dedos y empecé a acariciarlo. Fetichistamente eso me puso mucho. Saber que era el primer chico que en toda su vida le había tocado el cuello de la camisa me ponía un montón. Y además me daba muchísimo morbo que, a pesar de que ella se estaba dando cuenta perfectamente de lo que estaba pasando no mostraba ningún cambio en su tímido rostro, como sumisamente aceptando lo que pasaba porque no sabía cómo tenía que reaccionar.
    
    Esa docilidad me excitaba mucho. Era todo tan morboso. Y en medio de todo ese morbo mi dedo índice acariciaba tanto el cuello de su camisa azul como su propio cuello, y me encantaba tanto el tacto de una cosa como la otra. Ese primer día que acaricié el cuello de su camisa fue un gran subidón para mí. De todos modos no quise forzar más ese día y no avancé nada más. No quería que bajo ningún concepto ella se alterase ni reaccionase.
    
    Tras todo lo conseguido estaba claro lo expectante y ansioso, incluso histérico, que estaba para que pasarán esos dos días del martes al jueves. Ese jueves estaba deseando volver a repetir la jugada. Ella vino con el mismo jersey azul oscuro pero esta vez con una camisa rosa clara debajo. Y en cuanto tuve ocasión empecé a realizar nuestro ...