1. Marion


    Fecha: 27/08/2021, Categorías: Hetero Autor: Valmont2018, Fuente: SexoSinTabues

    ... muy lejos, no tiene edad para contener a un hombre, pero si sabe cómo, le aseguro que se va a entretener. Debe comprometerse a no hacer lo que no se puede, y si está de acuerdo es el mismo precio y también dos horas”. Sin decir nada, con mi pensamiento puesto en la habitación que ya conocía y relamiéndome por anticipado por lo que me esperaba, pagué sin chistar y me dirigí a la habitación que ya conocía. Entré y ahí estaba Marion, de pie y un poquillo nerviosa, me acerqué a ella y me di cuenta de que su altura apenas iba algo más arriba de mi cintura. Me senté en la cama, la tomé por una manita y la ubiqué frente a mí. Eres hermosísima, dije con sinceridad y ella respondió con una risilla cohibida. Tomé su linda carita con mis dos manos y la acerqué para darle un beso ligero en sus labios. Ella se dejó hacer pero sin corresponder. Comprendí que para ella yo sólo era un perfecto desconocido y no podía pretender que me respondiera con pasión ni nada por el estilo, así que suavemente la fui besando para hacerle espacio a que se acostumbrara a mis caricias. Tampoco me hacía ilusiones, sabía muy bien que esa pequeñita ya había estado con algún otro pero no me detuve en esa idea pues no quería que celos retrospectivos absurdos enturbiaran mi momento. No tuve que esperar mucho y en cuanto Marion rodeó mi cuello con sus bracitos, supe que el hielo estaba roto. Intensifiqué mis besos y pronto ya nos estábamos besando con verdadera lujuria, al menos, verdadera desde mi punto de vista. ...
    ... La besé con pasión desinhibida, empecé a lamer esa tierna carita, el lóbulo de sus orejas, sus ojos, su frente, de vuelta a su boquita, su cuello, mientras mis manos comprobaban lo que ya había anticipado, que debajo de ese ligero vestido había un cuerpecito firme y bien formado, algo que sin dificultad constaté al deslizar mis manos por su tierna espaldita y bajarlas hasta la rotundez de sus nalguitas, y luego las bajé más hasta tocar la piel de sus piernas para subirlas por abajo del vestido y por sobre sus firmes muslos. Las llevé por la cara interna y subí hasta llegar a su entrepierna y solazarme en sus nalguitas y vulvita todavía sobre el calzón, y mientras esto hacia la seguí besando con verdadera lujuria. “Mi amorcito”, le dije, “¿Porqué no te desnudas?”. Y ella, con la cara roja por la intensidad de las primeras caricias, aventó sus sandalias, se subió a la cama y con su mirada plena de picardía y fija en mis ojos pero con movimientos de vaivén algo torpes que querían simular un desabillé empezó a quitarse su vestidito amarillo y lo botó fuera. Luego, con el mismo juego de mujer fatal que seguramente alguien le había enseñado, metió los dedos en su calzón y lo empezó a bajar, y una vez fuera esa prenda hizo algo que me enardeció aún más: se dio la vuelta para darme la espalda, inclinó su cuerpo mostrándome su tierno, perfecto, hermoso y singular culito y lo movió hacia los lados exhibiéndolo, luego volteó a verme y soltó una risita sumamente sexy con desfachatez. Tan ...