1. Conociendo mi sexualidad V


    Fecha: 21/04/2021, Categorías: Masturbación Autor: latosita, Fuente: SexoSinTabues

    ... esa imagen tan lujuriosa. No había mucho que pensar, nuevamente chupé el dedo medio, me sorprendió gratamente su sabor y, sin perder tiempo, lo devolví a la vulva, separando por completo los labios vaginales y enterrándolo en un movimiento lento, sin prisa, sin pausa, sintiendo cómo lo apretaban los músculos internos mientras penetraba sin encontrar obstáculos; respiraba agitada, sudaba a chorros y todo mi cuerpo temblaba, estremecido por el gran placer que estaba recibiendo. Una vez que el dedo entró completo, lo moví haciendo pequeños círculos, como si estuviera calibrando para saber si sería suficiente o quizá requiriese meter uno (o dos) más; como si de un imán se tratara, el pulgar de la misma mano que tenía entre las piernas se dirigió al clítoris, presionándolo, soltándolo y repitiendo una y otra vez los movimientos, arrancándome gemidos, algunos pasados un poco de volumen. Penetrada por un dedo y casi arrastrándome, me recosté completamente en la cama y puse una almohada en mi cara, para tratar de minimizar los ruidos que estaba haciendo; flexioné y abrí completamente las piernas buscando la mayor comodidad. El pulgar volvió a realizar sus movimientos para estimular el clítoris y comencé a sacar el dedo medio para luego volverlo a meter, muy lento, ...
    ... sintiendo cómo me recorría internamente y, poco a poco, incrementando la velocidad e intensidad; nunca antes había derramado tantos jugos vaginales, entre mis gritos y gemidos alcanzaba a escuchar el chapoteo cuando metía el dedo completo y la mano chocaba en mis genitales. No sé cuánto tiempo estuve así, estimulando el clítoris y penetrándome casi de forma salvaje, solo recuerdo que me llegó un orgasmo muy largo y muy intenso que me hizo gritar de placer y me obligó a cerrar fuertemente las piernas, aprisionando los dos dedos, ambos esforzándose por seguir su tarea, uno acariciando el clítoris y el otro queriendo entrar y salir; con la mano izquierda mantenía presionada la almohada sobre la cara, ahogando los gritos, gemidos y jadeos de esa, mi más placentera experiencia de autosatisfacción. Cuando terminaron los espasmos me recosté de lado, acerqué la mano derecha a la cara y disfruté ese “rico aroma de putita”; finalmente, lamí los dedos bañados con mis jugos y no me di cuenta en qué momento me quedé dormida. Días (quizá semanas) después, Laura me regaló mis primeros dos conjuntos de ropa interior, uno de licra y el otro de encaje, satinados, muy suaves y, sobre todo, muy sexis; fue entonces que dejé de usar mis clásicos conjuntitos de niña, los de algodón. 
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