1. El reencuentro


    Fecha: 16/01/2021, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... pobres que veían en el gimnasio y las proteínas la solución a sus pobres habilidades seductoras. Bastien captó el mensaje que baioteaba en la mirada de la joven española, y le quitó la camiseta de su pijama.
    
    Sonrió, divertido, y ella se prendó de aquel gesto tan particular y suyo, y lo reconoció como una sugerencia para desprenderse del sujetador negro, una irrisoria prenda que aprisionaba y negaba la libertad anhelada y deseada de sus pechos. Así, con un casi mudo chasquido, cayó el sujetador, descubriendo al sensual bailoteo de las llamas, unas tersas y pequeñas colinas níveas, dominadas por dos pezones oscurecidos y afilados, que parecían torreones sombríos y amenazadores.
    
    Bastien tomó cada pecho con una mano, deleitándose con su suave contacto, sintiendo la caricia de los pezones en las palmas. Una súbita llama se había avivado dentro de su corazón al ver la alegría y felicidad pintada en su rostro cuando entró de súbito en el salón, sorprendiéndola ensimismada contemplando las llamas de la chimenea, con un aire ensoñador, la mirada perdida en lejanías inabarcables, y el rostro apoyado entre las palmas de sus manos.
    
    Se sentía como si fuera un amante nocturno, que acechaba bajo el cobijo de la noche, aprovechándose del descuido de la vigilancia paternal para internarse furtivamente y seducir a la dama de sus sueños. Y allí se encontraba ella, mirándole con esos ojos tan tiernos, y con un amago de sonrisa asomándose entre los labios gráciles. Era casi un deleite ...
    ... percibir las discretas muecas de placer que se perfilaban en su rostro; el sutil arqueo de las líneas finas y negras de sus cejas, el sensual fruncimiento de la nariz delgada y el tímido carmesí que teñía sus mejillas. Ella no lo percibía, pero cuando se excitaba, tendía el rostro hacia la derecha, exponiendo la curva irresistible de su cuello, un hueco que Bastien llenaba con sus besos y caricias.
    
    -Bastien, Bastien-dejaba escapar entre dientes, el susurro mágico y vivificador de su nombre. Y sus dedos continuaban inmersos en su danza magistral, con pasos lentos y ensayados, demorándose aquí, regodeándose allá. Las yemas de sus dedos ascendían y descendían por sus pechos, rodeaban sus pezones, como si estuvieran tentando la firmeza de sus defensas, mientras que Sonia seguía susurrando su nombre, y sus manos revoloteaban traviesas en el borde del pantalón de su pijama, dudosas y cómplices con el asaltante.
    
    En ese momento, movido por el resorte de sus instintos, Bastien se arrodilló ante Sonia y, alzando los ojos, sostuvo entre sus dedos el borde del pantalón holgado, disimulador de sus formas. Fue resbalándolo por las columnas de sus muslos hasta liberar a su cuerpo de su presencia, contando con el beneplácito de los ojos de Sonia.
    
    La cintura de Sonia se contorneó suavemente, y se dio ligeramente la vuelta, regodeando al joven con el espectáculo del tanga morado que llevaba, cerniendo su cintura y ahuecado entre sus respingonas y redondas nalgas. Justo cuando volvió a ...
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