1. El reencuentro


    Fecha: 16/01/2021, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    -Eres el mejor regalo de cumpleaños posible-murmuró Sonia, apoyada su mejilla en el pecho del joven que abrazaba su talle con sus manos finas y hermosas, de dedos alargados y tan doctos en tantos saberes.
    
    Él no le respondió nada, sino que se limitó a aspirar la dulce fragancia que emanaba de su cabello liso y castaño oscuro, en cuya sedosa brillantez resplandecían pequeños centelleos rojizos de la chimenea. Ambos se encontraban ante ella, sobre una amplia y gruesa piel que servía a modo de alfombra, y que sus padres siempre colocaban en Navidad, junto a otros mil objetos más: calcetines rojos colgados en la repisa de la chimenea, el árbol de Navidad con su concierto particular de luces, muérdago cerca de la puerta de entrada, etc. Meditando sobre ello, Sonia recordó que aquella alfombra podría servir también como lecho, y con un destello revelador y cómplice en sus ojos grandes y oscuros, alzó su cabeza para depositar un suave beso en los labios del joven.
    
    Fue un beso despojado de torridez y pasión, un beso tímido y prudente, como si fuera el primero que la pareja compartieran. Ambos se miraron a los ojos, los azules e intensos de él, los oscuros y profundos de ella, y sonrieron ampliamente, agradecidos.
    
    -Mi príncipe de Francia-como solía llamarle ella en tono cariñoso. El le decía mi princesa mora, con ese acento gutural y nasal, tan propio de su tierra, pronunciando de una forma tan particular las líquidas y nasales. Sonia acarició su mejilla izquierda, y el ...
    ... correspondió con otro beso en su boca, esta vez un poco más pasional.
    
    Era una chica afortunada, se dijo a sí misma. Dos años llevaba aquel joven en la ciudad cordobesa de Lucena, dos años en los que había superado la limitación del uso de un español rudimentario e insuficiente, dos años en los que había pasado de ser una sombra furtiva que prefería pasar desapercibida en los pasillos y aulas, hasta convertirse en uno de los chicos más populares gracias a ser el capitán del equipo de baloncesto del instituto. Dos años, se recordó Sonia, desde que sus miradas se cruzaron por primera vez, desconocidas, interrogantes y desconfiadas, hasta que él la hiciera mujer en una inolvidable noche de San Valentín.
    
    Y ahora se encontraba junto a ella, de nuevo, podía acariciar su rostro, besar sus labios, sentir su aliento acariciando su mejilla, sus ojos trazando sendas invisibles e irresistibles de placer en su cuerpo, sus ojos brillantes y encantadores, sus palabras musitadas al oído; en aquella noche, en el salón de casa ante el calor y amparo de la chimenea. Sí, si Sonia tuviera la oportunidad de reflexionar sobre ello, diría que en su salón se podía percibir la magia de los Reyes Magos, como si aún siguiera siendo una crédula chica de ocho años.
    
    Sonia condujo a su príncipe Bastien enfrente de la chimenea y allí, adoptando un semblante serio y arrebatadoramente hermoso, le despojó de la camisa, revelando su torso fortalecido por el deporte, pero sin llegar a ser tan marcado como esos ...
«1234...»