1. El que la sigue, la consigue...


    Fecha: 22/10/2020, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Todo empezó hace unos diez o doce años cuando una noche de amor con mi esposa le dije que me encantaría hacerle el amor a Elisa, su propia madre, viuda desde hacía muchos años.
    
    Ella me dijo que estaba loco pero enseguida añadió que decidiera por mi mismo si llevarlo a cabo o no. He de decir que mi mujer no era muy ardiente que digamos en materia sexual; todo lo contrario a mí que soy un hombre muy dado a toda clase de juegos sexuales. Creo que, si deseamos a cualquier mujer merece la pena intentarlo. No importa su condición. Personalmente lo he hecho con algunas, solteras y casadas: tardaremos más o menos tiempo pero las probabilidades que tenemos los varones de conseguirlas son muy altas si nos ponemos a ello sin desánimo. Ellas lo desean tanto como nosotros los hombres pero han sido educadas frecuentemente en el recato y la pasividad. Empecemos por las más cercanas, las mujeres de nuestras propias familias, primas, tías, hermanas, sobrinas ... suegras. La convivencia familiar, a mi entender, también incluye el sexo.
    
    Así que inicié mi plan dejándome ver por ella, por Elisa, en ropa interior. Yo notaba cómo se alteraba cuando, aprovechando que Marisa, mi mujer, estaba al otro extremo de la casa y yo irrumpía donde ella estaba llevando encima tan solo un slip mínimo, blanco y muy finito, semitransparente. Se le mudaba el rostro y hacía como que miraba a otro lado. A mí eso me excitaba mucho: decidir el momento, ponerme el slip o el tanga más provocativo, espiar para que ...
    ... mi mujer no se enterara y acercarme así a mi suegra con cualquier pretexto banal pero con la intención de exhibir mi cuerpo ante ella. Por supuesto que cuando me acercaba ya estaba empalmado y mi paquete ostentaba un bulto considerable. Algunas veces incluso humedecía mi prenda más íntima para que fuera aún más transparente. Yo gozaba con su azoramiento y, a veces, tenía que terminar masturbándome para aliviar mi excitación.
    
    En una ocasión en que estábamos Elisa y yo solos en mi casa me fui a duchar. Lo hice con la puerta del baño abierta y la llamé para que, por favor, me acercara la toalla. Cuando me la tendió a través de las cortinas inicié una conversación lo más natural que pude en la que exponía la necesidad que teníamos los hombres de obtener un continuo alivio sexual, que ella me gustaba y que deseaba hacerle el amor. "Estás loco!" me contestó. En mi interior le di la razón pero yo continué con mi plan de caza.
    
    Entonces íbamos con frecuencia los tres a una casa de campo. La puerta del baño tenía un pequeño agujero por la que veía a Elisa ducharse: tenía un cuerpo atractivo aunque no era ya una mujer demasiado joven. Unas tetas medianas y todavía firmes y el oscuro vello que cubría su chumino no era tan poblado como para no permitir que se le viera perfectamente el corte de aquella raja que tanto deseaba yo penetrar y comerme. Me ponía a cien ... pero me decía a mi mismo que aún no había llegado el momento.
    
    El siguiente paso que se me ocurrió lo llevé a cabo ...
«1234»