1. ¿A cambio de qué?


    Fecha: 01/08/2020, Categorías: Intercambios Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    ... eso, y a pesar de estar dentro de ella apenas diez segundos, Leo sintió como despertaba un volcán entre sus piernas. Sintió un orgasmo tan basto, largo y potente que gritó presa del júbilo mientras lo disfrutaba. El grito llevaba impreso la excitación, el placer, el asombro y la alegría de alguien que se corre por primera vez, muy tarde, dentro de una mujer hermosa. No lo acompañó la sensación de vacío habitual que sentía después de hacerse una paja, desde luego. Ella, en cambio, no parecía haber disfrutado tanto. —Vas a tener que esforzarte largamente esta noche, algunas veces más. -dijo Aidín un tanto enigmáticamente. —Lo siento, yo… me he corrido enseguida. -soltó Leo explicando lo obvio. —El error habita en tus palabras. -replicó la mujer. “¿Por qué coño habla así? Que rara es, joder”. —¿Qué quieres decir? —Tu savia sigue en tu interior. No me has dado tu esencia. No he querido recibirla. —No te entiend… -pero lo entendió mientras hablaba. No se había corrido. Había tenido un orgasmo del tamaño de la vía láctea, pero no se había corrido. -¿Como lo…? Otra vez ella se había lanzado hacia su cuerpo. Tenía las pelotas envueltas en sus manos y los pechos, grandes y redondos, parecían querer matarlo de asfixia. Esta vez Aidín no abrió su vagina para dejar que la penetrara, sino que prefirió frotarla contra su polla. Se deslizaba suave y palpitante, gracias a los lubricantes que manaban con profusión de sus respectivos órganos. La situación pronto se volvió incontrolable. Ella ...
    ... arqueaba y contraia su pelvis, frotándose arriba y abajo, abriendo la boca para, sin embargo, no dejar escapar el grito, ese grito afilado y ardiente que haría que el mundo entero y su sesuda racionalidad desapareciera revolcándose en la oleada. Seguía frotándose cada vez más descaradamente, hasta tal punto que muchas veces Leo creía que su verga iba a desaparecer por fin en el interior de aquella fiera. Pero nunca sucedía. Tan pronto ella se abría un poco para dejar que Leo sintiera el calor hipnotizante como se cerraba urgentemente, dispuesta a no ceder ni un milímetro. Al cabo de unos minutos de excitación desbocada ella dejó que la embistiera. Dejó que Leo introdujera 39 años de sequía, de excitación reprimida, de fantasías insatisfechas, de deseo voraz. Él se acordó de todas las veces que no había tenido valor para tratar de follar con alguien. No sabía por qué, pero empezó a recordar a Laura Roca. Cómo se había aprovechado de él. Cómo lo había calentado durante años y años, hasta casi dejarle hacer algo, sin dejarle hacerlo nunca. Tampoco es que lo hubiera intentado mucho. ¿Cuantas pajas se había hecho pensando en ella desnuda, vestida sólo con un conjunto de lencería de encaje negro? Volvió a centrarse. Estaba con Aidín, la diosa. La miró a los ojos mientras seguía penetrándola y vio en ellos un brillo divertido e inquisidor a la vez. Por eso, cuando la vio, no se sorprendió del todo. Allí estaba Laura, en medio del salón, vestida con un conjunto de lencería de encaje ...