1. ¿A cambio de qué?


    Fecha: 01/08/2020, Categorías: Intercambios Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    Leo jamás había visto una mujer tan salvajemente sexual. Estaba allí, en medio de la pista de baile, quieta de repente, mirándolo con la boca ligeramente abierta. Había estado observándola. Bailaba de una forma elegantemente sensual, derramando sexualidad igual que un río brota de las rocas, juguetón e incontestable. Nadie parecía darse cuenta. Nadie excepto Leo. De algún modo, sus miradas se habían cruzado, sorteando la oscuridad y las decenas de cuerpos danzantes. Empezó a caminar hacia él. Su cuerpo, alto y voluptuoso, se movía en completa armonía con el entorno, de forma que no le hizo falta apartar a nadie, ni hacer ningún movimiento extraño para esquivar los bailoteos del personal. Parecía deslizarse entre la gente. Leo se removió en la soledad de su taburete, repentinamente nervioso. Normalmente nunca se le acercaban diosas. Estoy siendo un capullo, pensó. No viene a mi. No viene a mi. Va a por un cubata. —Vengo a ti, Leo. -susurró la mujer cuando llegó a su altura. Un mechón de pelo rubio y rizado cayó asombrosamente gracioso sobre su hombro, mientras hablaba. —¿Perdona? —Ya sabes lo que he dicho. Ella le estaba mirando a los ojos. Él se sentía como una comadreja atrapado por la visión de un tsunami que se acerca. Era imposible escapar de aquel espectáculo azul brillante, hermoso y aterrador. —¿Cómo te llamas?-consiguió articular Leo. —Aidín. —Yo soy Leo. Mi padre es del Barça. Con 39 años era imposible tener ese nombre por Leo Messi, de ahí la gracia. Pero la mujer ...
    ... no se había reído. Al contrario, parecía escrutar al hombre con determinada curiosidad. —He venido de muy lejos para estar contigo. - declaró Aidín. -¿Nos vamos a otra parte? —Cla. claro. ¿Donde? —¿Dispones de un hogar? No se lo podía creer. —Sí, claro. Leo creía que su polla iba a reventar. Habían ido a su casa en taxi, enrollándose todo el trayecto. Primero la había besado con timidez pero, al notar su lengua culebreando, quiso beber de su boca, sorber su saliva, apresar sus pechos, meterle todos los dedos posibles en su coño sediento. Leo creyó desaparecer en un tornado sexual. Normal. Nunca había tocado a una mujer. Y ahora ella estaba en el salón de su casa, desnudándose lentamente, enfrente del sofá donde se encontraba Leo. —Eres una diosa. ¿Por qué yo?-inquirió. —¿Realmente quieres saberlo? Y fue pronunciar esas palabras y tenerla encima, sentada a orcajadas sobre sus piernas. Aunque no sabía cuándo se había quitado la ropa, Leo comprobó que también estaba desnudo. El contacto de las dos pieles fue demoledor. Como si dos fieras destinadas a copular y sólo a eso se hubieran encontrado tras años de búsqueda al borde de la locura. —Pero…¿Qué está pasan…? Esas fueron las últimas palabras racionales de Leo. Porque después de eso su polla se introdujo en un lugar mojado, blando y cálido. Se estremeció, inmerso en el centro del centro. Aidín dejó escapar un gemido, pequeño y categórico. Todos los gemidos de todas las mujeres del mundo estaban concentrados en ese sonido. Por ...
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