1. Por un balde de tierra


    Fecha: 10/07/2020, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Lo que voy a contar me sucedió hace casi un año y realmente me cambió la vida. Ya no soy la misma desde entonces. Me llamo Cecilia, tengo 23 años y vivo en Buenos Aires adonde vine a estudiar Derecho hace 4 años. Tuve una fuerte formación religiosa y una familia muy estricta moralmente. Creo que también debiera decir que soy atractiva, no una belleza como de tapa de revistas, pero si que soy bella, alta, delgada, de cabello castaño largo y lacio, ojos negros, una boca sensual y mi cuerpo es armónico, tengo pechos pequeños pero bien formados, una cintura pronunciada y una cola casi perfecta.
    
    Un sábado del mes de octubre del año pasado como hago de costumbre, aproveché la mañana para hacer las compras en el supermercado y luego de una siesta, por la tarde me dediqué a una de las cosas que más me gusta: cuidar de mis plantas. Me había puesto una musculosa sin nada abajo (total estaba en mi casa) y una mini de jean y apenas me puse trabajar descubrí que me hacía falta tierra para un macetero grande. Decidí ir a una obra en construcción a la vuelta de mi casa a que me facilitaran un poco ya que no era mucho lo que necesitaba. Así como estaba me acerqué a la obra. A esa hora ya se estaban yendo los obreros y uno de los últimos que estaba saliendo me indicó que fuera hasta el fondo de la obra que allí encontraría al encargado. Creo que ese fue mi primer error, no debí haber entrado sola. Esquivando máquinas y herramientas llegué hasta una piecita de chapa que hacía las veces de ...
    ... oficina donde lo encontré y le pedí la tierra para mis plantitas. El hombre de unos 30 años, la piel curtida por el sol, con una barriga prominente seguramente por el vino barato y vestido con una camiseta rotosa y mugrienta y un pantalón de fajina me dijo que no habría problema, que me daría lo que necesitara y me preguntó si tenía quien lo cargara hasta mi casa. Allí cometí el segundo error. Creyendo que se ofrecería a llevarlo le dije que lo haría yo porque no contaba con nadie que lo hiciera.
    
    Se le transformó el rostro. Me dijo entonces qué apuro hay mamita, quédate un rato que hacemos una fiestita y después alguno de los muchachos te la alcanza. Le contesté que no me llamara mamita y que podía guardarse su tierra en el culo que ya no la necesitaba. Me daba vuelta para irme cuando sentí su enorme mano apretándome el cuello y el filo de una navaja, que había sacado de un bolsillo del pantalón, a centímetros de mi cara. Aterrada escuché que decía: quieta mamita, no te pongas arisca que me vas a hacer enojar. Acostúmbrate que acá mando yo y me vas a obedecer, me oíste... Asentí con un movimiento de cabeza muerta de miedo y para tranquilizarme pensé que era mejor mantener la calma, no fastidiarlo y esperar un descuido para escaparme. Ajeno a mis pensamientos el encargado sin soltarme llamó a dos de los obreros que aún no se habían retirado: zurdo y burro, no se vayan que tenemos trabajo aquí, mientras largaba una carcajada que me produjo escalofríos.
    
    Cuando los vi entrar ...
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