1. El juego del dado Parte 3: Primeros pasos


    Fecha: 21/09/2017, Categorías: Confesiones Autor: naniano, Fuente: RelatosEróticos

    ... siempre me ha gustado pero hacerla en la cama, tapados con las mantas y desnudos debajo de ellas, me provocaba un morbo especial. Contaré algo un poco más concreto. En una de estas ocasiones estábamos dándole al tema como cualquier otro día. Había veces que él no quería que me corriese en su cuerpo porque decía que se lo dejaba pegajoso por mucho que se lavara así que empleábamos un orinal que llevábamos años sin usar para echar mi lefa. Aquel día fue uno de esos. Como apunte especial diré que yo tenía el capullo bastante seco pero que la piel me rulaba muy suavemente por la polla y estaba gozando como un cabrón. Por supuesto la postura del perrito me había llevado a la gloria mucho más de lo habitual debido el inusual estado de mi pito. He de decir que siempre disfruté del contacto de mi polla y su culo, llegando a niveles de obsesión insospechados, lo manoseaba cuando estábamos a 4 patas y prácticamente no se lo soltaba cuando se ponía sobre mí. Era tal mi afición que él mismo llegó a preguntarme que por qué me gustaba tanto. No supe responderle pero de haber tenido una hermana…El caso es que allí estábamos, bien metidos en la faena. Y llegó el momento de soltar leche. Él me puso el orinal delante y yo metí la polla para liberarme en ella. Aquel día hubiese sido la hostia correrme sobre él teniendo en cuenta como se había comportado mi verga, pero bueno, ya he comentado que nunca lo obligué a hacer nada que no quisiera. Y me corrí. No fue tanto el orgasmo como el resultado ...
    ... de él. Cuando nos asomamos a ver lo que había soltado flipamos con la cantidad de pegotes blancos que había allí dentro. Eran verdaderos goterones de lefa densa y blanca. Los dos nos reímos con ganas. Él seguía sin participar demasiado y aún tardaría en pasar de sus inocentes empalmes.
    
    Cambiando de lugar, cambiamos también de historia porque la casa de mis abuelos se antojaba como el marco ideal para llevar a cabo más sesiones guarras sin que nadie nos molestara. Mis abuelos vivían casi en el campo. Tenían un enorme patio que daba a un huerto que también era de su propiedad en el que echamos muchísimas horas jugando sin parar. Si cruzábamos el huerto llegábamos a un terreno de rocas que también era ideal para perdernos jugando. Cuando digo jugar, hablo de jugar a cosas de niños, mayormente, pero que con el tiempo vimos el lado que nos ofertaba aquel sitio para nuestro juego privado. Aparte del huerto y las rocas, teníamos las llaves de un garaje que estaba atestado de cacharros y en el que mis abuelos nos prohibían entrar la mayor parte de las veces pero donde nosotros nos colábamos tras haber cogido la llave en silencio solo para llevar la contraria o para “jugar”, la mayor parte de las veces. No sé si en el propio huerto llevé a cabo alguna acometida, no sería de extrañar ya que cuando me ponía cachondo no era dueño de mis actos, pero sí que recuerdo que en más de una ocasión, estando metidos en las cuevas que formaban las rocas, me asediaba el calentón (tal vez era más ...
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