1. El juego del dado Parte 3: Primeros pasos


    Fecha: 21/09/2017, Categorías: Confesiones Autor: naniano, Fuente: RelatosEróticos

    ... el morbo de hacer cosas “prohibidas” en un lugar en el que podían vernos fácilmente) y me ponía pesado para que mi hermano accediera a satisfacer mi deseo carnal. En general pasaba de mis peticiones y acababa enfadándose y yo con un empalme que tal como me venía se me iba, aunque no consiguiera convencerlo. Era otra época, después descubriría que los calentones no se van así como así. Pero lo cierto es que a veces le insistía bastante, diciéndole que si no quería jugar allí al aire libre que nos fuésemos a la casa (porque también allí había lugar para nuestros folleteos) así que con razón a veces se enfadaba. Siendo sincero, la excitación que me invadía cuando estábamos perdidos en aquellas cuevas era tan grande que no podía controlarme y me entraban tantas ganas de follar que soñaba con que se bajara el pantalón y el calzoncillo un poco, lo justo para que yo arrimara mi polla chorreante y la rozara hasta acabar derramando lava blanca por sus nalgas. Pero nunca sucedió. Me acordaría. Por el contrario, sí que conseguí cambiar las rocas por la casa pero no recuerdo ningún acontecimiento demasiado importante como para contarlo. Para recurrir a una nueva anécdota tenemos que irnos hasta aquel garaje que mis abuelos se empeñaban en que no pisáramos.
    
    Solíamos pasar la Nochebuena con los padres de mi padre, los dueños del garaje prohibido, y en esas estábamos cuando un nuevo calentón llamó a mis huevos sin respetar las fechas especiales en las que estábamos. Aquel día nos ...
    ... habían dado permiso para jugar en el garaje y tanto mi hermano como yo estábamos especialmente contentos y estábamos por allí distraídos y divirtiéndonos sin más. Cosas de la infancia, y de la navidad, aunque siempre nos hemos llevado bastante bien excepto durante un periodo de tiempo que coincide exactamente con otro parón de nuestro particular juego. En fin, recuerden: yo no tendría más de 15 y el andaría por los 11. Son edades aproximadas pero en ningún caso superaríamos esos números. Aquello siempre ocurría de forma confusa, me guiaban los nervios y la amenaza de mis pelotas, y cuando me quería dar cuenta estábamos en bolas dándole al guarreo. Y así sucedió aquella Nochebuena también. Nos habíamos puesto manos a la obra y no había nada concreto que destacar pero percibía que, quizás por la festividad del día o tal vez por el simple hecho de que a los dos nos apetecía jugar, nos lo estábamos montando bastante bien, demostrándonos mutuamente lo calientes que nos habíamos puesto. Por supuesto yo me había lanzado y estaba cachondo desde antes de empezar. No así mi hermano, que se había ido animado conforme había ido pasando el tiempo. Nuestro gozo en un pozo ya que por mucho que estuviéramos concentrados en rozarnos como animales en celo, la voz de mi madre nos devolvió a la realidad recordándonos que era la hora de cenar. Antes de salir del garaje, y después de vestirnos, yo ya daba por hecho que aquella partida se había acabado a la mitad, que ya no la reanudaríamos después de ...
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