1. Belleza virgen


    Fecha: 16/09/2017, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: Arandi, Fuente: CuentoRelatos

    ... comían unos emparedados preparados por él. Parcerita en respuesta le confesó que hasta ese día había sido virgen.
    
    —Con razón me costó tanto trabajo y te sentí tan apretada —admitió Marcelo—. Lo siento, pero eso de hacerlo en el agua es algo complicado.
    
    —Y delante de tanta gente —completó Parcera, con la boca retacada mientras comía con celeridad un sándwich.
    
    Marcelo se disculpó de su brusquedad.
    
    —Debí saberlo, después de todo te ves bien jovencita, ¿cuántos años tienes?
    
    —Veintiuno.
    
    —¿En serio? Te ves más chica.
    
    Mi amiga sonrió.
    
    —No pues... uff... la cagué, jaja. De saber que aún eras virgen hubiera ido más despacio —dijo él.
    
    —No te fijes... ya pasó y, ¿qué crees? —dijo Parcera subiendo las cejas un par de veces y aun moliendo un bocado en su boca—. Quiero hacerlo de nuevo. Pero no en el mar.
    
    Marcelo sonrió y la besó.
    
    —Muy bien. Vamos a tratar de que ahora no te duela y que sea mejor —le dijo Marcelo.
    
    —Eso, total ya estoy estrenada —dijo mi amiga y rió.
    
    Marcelo sonrió.
    
    —Sí, ahora lo que te falta es estar entrenada.
    
    Ambos rieron.
    
    —Bueno... pues entréname —sentenció la Parcera, a la vez que se terminaba su último bocado y con una servilleta se limpiaba las comisuras.
    
    Unos minutos más tarde, al calor de la chimenea encendida en la estancia, Marcelo se desnudaba nuevamente. Al ver por primera vez el apéndice sexual de Marcelo, Parcerita sintió unos febriles tironcitos en su entrepierna, notando sin duda el amenazador tamaño ...
    ... de su tolete. Aquél estaba enrojecido y lleno de venocidades por todo el tronco. Ella ya lo conocía, pues lo había tenido dentro de su intimidad, sin embargo, era la primera vez que lo veía tal cual y a plena luz. Colgaba oscilante frente a ella, con aquellos testículos velludos por debajo.
    
    Ahora que lo veía en vivo y al color cálido de la hoguera, le provocó cierto temor. Mi amiga sintió escalofríos de tan sólo recordar aquella primera intromisión de ese largo y gordo instrumento. No podía explicarse cómo semejante pieza había podido entrar en su pequeño cuerpo.
    
    —Qué largo está... —tales palabras se le escaparon a la boca de la Parce sin reflexión alguna.
    
    —Y todavía le falta crecer más —le respondió Marcelo con plena sonrisa en el rostro.
    
    Parcerita, mirándolo desde abajo, también sonrió y tomó aquel falo entre sus manos.
    
    Como hipnotizada por la fascinación que le producía ese cilindro de carne viva, comenzó a frotarlo para después darle lamidas suaves, indecisas, sin saber bien a bien cómo hacerlo. Su sabor y textura le fascinó, suave como el terciopelo pero cada vez más rígido (así me lo describió).
    
    Mientras más lo chupaba más crecía dentro de su boca. De pronto era tan grande que le costaba introducírselo, parecía que no le cabría por completo y cuando lo logró se sentía muy chistosa: “imagíname con las mejillas retacadas de carne”; me dijo, entre risas, días más tarde, al mismo tiempo que simulaba así tenerlas recreando aquel momento.
    
    Marcelo le ...
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