1. SOY PUTA XII: La última vez cerca de Juan


    Fecha: 18/12/2019, Categorías: Confesiones Autor: ekaitza, Fuente: RelatosEróticos

    ... perdonar así porque sí. Yo le dije que ya me daba igual, que prefería que me pegaran un tiro a seguir viviendo así. Sin mediar palabra nos bebimos la copa y me invitó a unas caladas de su porro, y cuando terminamos empezó a sobarme. Me puso en la cama a cuatro patas y me bajó el pantalón, y seguido se puso a lamerme el coño. De vez en cuando acompañaba los lametones con mordiscos en las nalgas que me estaban poniendo cachondísima. Yo estaba tan fuera de mí que para cuando quise darme cuenta ya me estaba metiendo la polla. Yo no dejaba de gemir, él llevaba un ritmo cada vez más alto, además sus penetradas no perdían profundidad, y yo cada vez me acercaba más al orgasmo. Pero de pronto le sonó el móvil y el martillo percutor se interrumpió por un momento. Fue a por el teléfono, contestó, estuvo hablando unos quince segundos en ruso y colgó. Yo me puse cómoda mientras esperaba que terminase, y cuando él terminó me dijo que por qué me había cambiado de postura, que me pusiera como estaba. Antes de reaccionar me cogió él mismo de las caderas y me colocó de nuevo a cuatro patas, con el pantalón aún puesto a la altura de las rodillas. Con una mano me presionó la espalda para que me pusiera más en pompa, y empezó a darme cachetazos (nalgadas). Cuando me estaba picando el culo de tanto cachetazo (se me puso rojo como un tomate), puso su polla en mi puerta de atrás, y empezó a empujar. Yo no me lo esperaba, me cogió desprevenida, y sentí como una punzada cuando le entró ...
    ... toda de golpe. Empezó a coger ritmo poco a poco para en menos de un minuto ponerse de nuevo al ritmo de antes. La sensación de punzada se me iba pasando y el placer aumentaba cada vez más, al mismo tiempo que aparecía la sensación de escalofrío que progresivamente se adueña de mi cuerpo cuando recibo sexo anal, y que llega un momento que no puedo soportar más. De pronto sentí, por fin, el orgasmo que me hacía desvanecer. Entonces él salió de mí, me hizo recostarme bocarriba, se colocó encima y se puso a masturbarse con su polla encima de mi boca. Yo le chupaba la punta como podía y entonces se corrió encima de mí, llenándome la boca y salpicándome la barbilla y la cara con sus borbotones de semen.
    
    Tras aquello, se levantó, me alcanzó unos pañuelos de papel para que me limpiara y cuando ya estaba levantada, sacó su pistola y me apuntó. Yo entendí en seguida que estaba en mi último suspiro, pero él me sorprendió bajando el arma y diciendo que no le merecía la pena arriesgarse a ir a la cárcel por ajustarle las cuentas a una puta. Yo, completamente nerviosa, le pregunté qué iba a hacer entonces. Me preguntó a dónde tenía pensado ir, y le dije que a la estación de autobuses. Entonces se guardó la pistola, me dijo “que tengas suerte” y se fue. Me dirigí a la cocina, me bebí un vaso de agua y cogí mi maleta. Cuando iba a salir, me preguntó Juan que a dónde iba, igual de ido que antes. Le dije que subiría más tarde. No lo he vuelto a ver, ni siquiera sé si sigue vivo. 
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