1. Como una madre con su hijo


    Fecha: 08/09/2017, Categorías: Hetero Autor: Risistasman, Fuente: CuentoRelatos

    ... muy feliz tras nuestro reencuentro, que se produjo varios años después de que yo me fuera a vivir con mi marido a Madrid, mientras que Roberto no se movió de Zaragoza.
    
    Debo aclarar que me halago que Roberto al verme y después de darme una afectiva bienvenida a su casa, me dijera que me veía más madura como mujer, aunque reconocía que mi cuerpo tenía unas curvas más apetitosas que las que poseía siendo una adolescente.
    
    Yo coqueta y provocativa, consciente de que lo excitaba, caminaba con autoridad por su casa, con un maravilloso porte de señora y luciendo mis bonitas piernas, que le excitaban, y que a veces cruzaba descuidadamente mostrándole la braguita, que a duras penas tapaba él triangulo de mi feminidad, poniéndosela muy tiesa, aunque el pobrecillo se empeñara en disimular sus erecciones.
    
    Yo también me enamore como una tonta de Roberto, e imagine que follábamos juntos y más de alguna braga moje pensando en él, y alguna que otra vez metí mis dedos en la conchita vaginal para consolarme de las calenturas, que el bueno de mi hermano me producía.
    
    Una noche decidí jugarme el todo por él todo y le serví en la cena copiosa un buen vino, en el que eche unos polvos de cantárida, que excitaban al hombre o a la mujer que los tomase, hasta extremos insospechados.
    
    Sin pensármelo dos veces yo también me serví otro vaso con esos polvos.
    
    -Oye Roberto ¿podrías ayudarme después de cenar a afeitarme mi chochin? Él se quedó estupefacto.
    
    Me miro a los ojos con deseo, ...
    ... pues el afrodisíaco hacia su efecto y note mi clítoris erguido, saliéndose de su capucha por la excitación y me encontré con la vulva chorreante de caldos.
    
    - Bueno, ¿No puedo cortarte? - Si no te importa usaremos tus viejas cuchillas de afeitar, cariño.
    
    Terminamos de comernos el postre y sin quitar ni la mesa, él me siguió como un corderillo.
    
    Fuimos al cuarto de baño, y me lave el chumino para que estuviera bien limpio, pues no quería que por un mal olor pudiera perder mi hermano Roberto, ese deseo que se veía con solo mirarle la bragueta del pijama, con su verga grandísima a punto de salir al exterior, cosa que me hubiera encantado.
    
    Me recree tocándome el chichi y después sin secármelo me senté en una banqueta, desnuda de cintura para abajo, sin falda, ni braga.
    
    Ahí delante de él abrí los muslos, para exhibir ante mi hermano mi sexo, rojo como si estuviera irritado.
    
    Roberto me dio jabón que extendió luego con sus dedos torpes y rozo como sin querer, o tal vez a idea mis labios mayores.
    
    Con nerviosismos mi hermano metió su cabeza entre mis muslos y con cuidado para no cortarme, me fue afeitando el vello que crecía en torno a mi raja.
    
    Sudaba copiosamente y su aliento me daba en la vulva ofrecida, hambrienta.
    
    - ¿No eres mayor Azucena, para afeitarme el chorrete, como si fueras una niña impúber? - Lo hago por higiene.
    
    Si, Roberto, sigue así, porque te vas a convertir desde hoy en mi peluquero vaginal preferido; ya que hasta ahora yo me hacía mucho daño ...