1. Como una madre con su hijo


    Fecha: 08/09/2017, Categorías: Hetero Autor: Risistasman, Fuente: CuentoRelatos

    Verán, mi nombre es Azucena, y soy cinco años mayor que mi hermano Roberto.
    
    Ahora he cumplido los treinta y seis y él los treinta y uno.
    
    Por esa diferencia de edad, él ha sido desde muy pequeño, al estar nuestra difunta madre siempre enferma, una especie de hijito para mí.
    
    Yo lo lavaba, bañaba cuando era un niño y cuidaba siempre de él, riñéndole por sus travesuras y tomándole las lecciones.
    
    Un mal día me case con Ambrosio, mi difunto marido, que era mucho mayor que yo, el cual me dio muy mala vida y no me proporciono al ser homosexual, según me entere muchos años después, ni los hijos que deseaba, ni tan siquiera la relación marital a las que aspiraba cuando me llevo al altar siendo virgen.
    
    Mi hermano siempre me ha visto como una "tía buena" o una "mujer cañón".
    
    Yo soy muy crítica conmigo misma y aparte de monilla, quiero facilitaros mis medidas que son: 100 de busto, 65 de cintura y 98 de caderas, para que saquéis vuestras conclusiones y juzguéis si soy un monumento de mujer o una más, corriente y del montón.
    
    Un poco tetuda sí que me veía, pero aunque siempre quise reducirme el volumen de mis mamas, al ver que a Roberto le gustan las tetas cuanto más grandes mejor, no quiero ya ni hablar de entrar al quirófano y me veo más sexy que nunca.
    
    Ya veis también que por tener 1,79 centímetros de estatura, soy una mujer alta y por cierto, me siendo muy orgullosa, cuando oigo de labios de algunas personas, que desconocen nuestro parentesco, que Roberto y yo ...
    ... formamos una buena pareja.
    
    El caso es que quede viuda y por la terrible y larga enfermedad de mi marido, las deudas nos asfixiaron y me quede sola y sin recursos económicos.
    
    No tenía para subsistir más que una modesta pensión de viudedad; que me dejo mi difunto al ser autónomo y tener la mínima cotización, durante su vida laboral.
    
    Yo no trabajaba, pues siempre fui por deseo de mi difunto, ama de casa.
    
    Por esa razón le comente a Roberto un día mi difícil solución y él me pidió que me fuera a vivir a su piso, pues era soltero, aunque un ligón, y necesitaba sentar cabeza teniendo a una mujer como yo a su lado.
    
    Cuando fui a su hogar Roberto me instalo en el dormitorio contiguo al suyo.
    
    Yo me convertí en la ama de casa, que mi hermano siempre quiso tener a su lado, cuando se casara, echo que se prorrogaba indefinidamente sin que encontrar a su "media naranja".
    
    Cuando yo tome posesión de mi rol de dueña y señora mi hermano despidió a Fátima, su criada a la que de vez en cuando echaba un "polvete", pero que dejando aparte el que follase bien, al parecer era muy vaga y ladrona, pues le sisaba en las compras, amparándose en que era de alguna manera su amante doméstica, cuando no podía traerse alguna amiguita para que compartiera su cama y satisficiera sus necesidades sexuales.
    
    Mi hermano me confeso una noche en que los dos estábamos muy abrazados y excitados, dándonos besitos en los labios y caricias más que prohibidas para dos hermanos normales, que se sienten ...
«123»