1. La soledad de los llanos (Capitulo 7)


    Fecha: 18/08/2019, Categorías: Infidelidad Autor: Carlos Nagasaki, Fuente: CuentoRelatos

    ... tiempo, Leobardo Rodríguez también acababa con el parque de sus pistolas. Igualmente decidió montar su caballo. Pensó que el joven escaparía, pero se sorprendió al notar lo contrario.
    
    Remembrando a los nobles caballeros deReino Unido, ambos jinetes se enfrentaron. Cabalgaron frente a frente. La colisión sería inmediata. Durante la corrida el muchacho tuvo la fuerza necesaria para sacar su rifle 30-30. Se encontraba al lado izquierdo de su corcel. Los enemigos mortales acortaban distancias en cada galope. Los dos pistoleros añoraban excitadamente el choque final. El joven tomó el rifle. Sabía que era su oportunidad de acabar la batalla. Presentía que su enemigo no tenía municiones para seguir peleando. Pero aquel asesino despiadado ya había pasado por un centenar de situaciones idénticas. Tenía las respuestas adecuadas para cada ataque en su contra. A pesar de que no contaba con una sola bala, aprovechó la poca distancia entre los dos. Con un par de metros de cercanía, le arrojó su revolver con todas sus fuerzas directo a la cara del intruso. Luis cayó estrepitosamente ante el impacto del metal con su pómulo derecho. Su ojo se cerró por completo. Aunado al golpe, el muchacho cayó sobre el hombro herido. Por esta razón terminó completamente dislocado.
    
    ***
    
    La pelea bajó de intensidad al igual que la lluvia. El vaquero se encontraba tendido sobre un charco fangoso. Su rostro estaba enlodado y su estado físico era deplorable. Se encontraba sumamente herido. Intentó ...
    ... ponerse de pie, pero su cuerpo no reaccionaba. Su mente se nubló por un instante y su sentido auditivo se perdió por unos segundos. Un fuerte mareo se adueñó de su cabeza. Buscó su caballo con la mirada, pero este se perdió en la obscuridad. El panorama era totalmente desalentador. Estaba noqueado. Al momento de abrir el único ojo sano, observó su rifle entre el lodazal. Inmediatamente la silueta de un hombre se inclinó para recogerlo.
    
    La aventura había terminado. Luis de la Garza estaba perdido. Por primera vez su valentía no le valió en lo absoluto. No fue suficiente para derrotar a un pistolero experimentado y con claros indicios psicópatas. La llovizna causó truenos ligeros. Ruidos que se confundían con los pasos lentos pero firmes de su rival. Era lo único que podía escuchar aquel derrotado joven. Los pasos se detuvieron repentinamente. Las espuelas de acero dejaron de sonar. El acérrimo enemigo se encontraba a 30 centímetros de distancia. El cruel asesino portaba su rifle en la mano. Sin piedad empezó a golpear al abatido muchacho. Primero lo pateó bestialmente y en seguida lo torturó a cachazos con su propio rifle. Después de propinarle aquella senda paliza, pisó sin piedad su hombro herido y lo sacudió. El calvario continuó. Lo tomó de su cabello y lo arrastró por varios metros. Los gritos de dolor eran ensordecedores. Entretanto la risa del asesino mezclaba sadismo, saña y perversión. Rodríguez sostuvo al joven frente a él. Sin embargo, no se podía mantener de pie. El ...
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