1. Le afeité los huevos a papá


    Fecha: 02/08/2019, Categorías: Incesto Autor: Rosetta, Fuente: CuentoRelatos

    ... entender que lo tuyo es solo una rabieta, como las que me cogía yo cuando era pequeña tratando de conseguir lo que no se me daba.
    
    —¡Una rabieta!—balbuceó—. Los jóvenes lo tenéis fácil porque hacéis lo que os da la gana sin importaros las consecuencias, pero los mayores debemos ir con tiento, porque cada paso en falso puede suponer un desastre en términos amorosos.
    
    Deduje que no se refería a la cantidad de pelo entre sus piernas, sino al simple hecho de haber mentido, algo que sin duda le dejaría en mal lugar si Lola era de esas que detestan la mentira por encima de todo.
    
    —¡Vea pues!... ¡Paren, paren las rotativas, porque he aquí el único hombre que ha mentido a una mujer!—bromeé levantando levemente la voz.
    
    La consecuencia lógica, y que debí haber previsto, es que mi padre me mando a la mierda, con su característico tono severo que no admite réplica.
    
    No, no me fui a la mierda, pero si a mi cuarto, a seguir parloteando con las amigas, y no por mucho tiempo porque, pese a todo, no hay nada en el mundo que me entristezca más que estar enojada con papá o él conmigo. Y en ese momento me sentía abatida, muy abatida. Algo tenía que hacer para revertir la situación.
    
    Así pues, tras pensarlo detenidamente, me armé de valor y fui directa al cuarto de baño. Allí cogí espuma de afeitar, una maquinilla desechable, una pequeña palangana con agua y una toallita. Con todo esto volví de nuevo al dormitorio de mi padre.
    
    —¡Está bien!—le dije muy decidida tras llamar a la ...
    ... puerta, mostrándole todo lo que llevaba—. Tú ganas. ¿Quieres que te deje como el culito de un bebé…?, pues que así sea.
    
    Mi padre, viéndome tan decidida, visiblemente incrédulo, no atinaba a pronunciar palabra alguna.
    
    —No te esfuerces, papá, es casi mejor que no digas nada, así me resultará menos violento. Prepárate mientras regreso, porque he olvidado coger unas tijeras y seguro que las voy a necesitar.
    
    Tardé poco en volver y, cuando lo hice, le encontré tumbado sobre la cama, desnudo de cintura para abajo. Que tuviera la verga flácida ayudó a rebajar la vergüenza que sentía por lo que estaba a punto de hacer.
    
    —Bien. Si notas que se me va la mano—le dije muy seria, mientras acomodaba los utensilios sobre la cama—, me avisas, no te hagas el machote, no sea que tengas volver al hospital por otros motivos que… A ver cómo lo íbamos a explicar.
    
    —Tranquila, Luci, que por este año ya he cometido suficientes tonterías.
    
    —Eso espero—añadí antes de entrar en faena.
    
    Comencé podando el bosque del pubis, con mucha cautela, tomando los pelos por la punta y cortando con la tijera lo mas cerca de la raíz que me era posible. Luego hice lo propio con los de las ingles, antes de terminar, extremando las precauciones, en los testículos afortunadamente menos poblados. Sobra decir que varias veces tuve que apartar su instrumento con la mano, concretamente con los dedos índice y pulgar, a modo de pinza.
    
    —¿Todo bien, papá?—pregunté evitando mirarle a los ojos— ¿Se me ha ido la ...
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