1. No hay dos sin tres


    Fecha: 26/06/2019, Categorías: Intercambios Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    ... arqueé la espalda, dispuesta y gustosa. Entonces, sentí otra mano levantándome la blusa y buscando el cierre de mi sujetador. Era Ana. Lo abrió con sorprendente rapidez y mis pechos quedaron libres. Con un dedo dibujó el contorno de un pezón, luego el del otro. Era un cosquilleo muy agradable, sentí que empezaban a ponerse duros. Luego, acercó su rostro, acariciándome los pezones con su lengua húmeda. Comencé a gemir, pues los dedos de Luis se introducían en mi vagina mientras Ana me estimulaba los pechos. Después, se intercambiaron. Fueron los dedos de Ana los que me penetraron mientras Luis me torturaba los pezones. Y Ana me besó. Me sorprendió mucho comprobar que el beso de una mujer era tan distinto. Sus labios eran muy suaves, se movían con más delicadeza, rozando apenas. Recorrió mis labios con los suyos, lenta, hipnótica y seductoramente. ¡Me encantó! Mi espalda se arqueó más, jadeé, me convulsioné. y me corrí entre los dos. -Podéis ir a la cama, luego vendré yo. –nos dijo Ana, muy natural. Luís me acompañó hasta la habitación, sin sacarme las manos de encima. En ese momento, la blusa y el sujetador colgaban de mi brazo. Él cogió las prendas y las lanzó sobre una silla. Yo iba a cruzar el umbral de la habitación, pero él me detuvo. Miró al final del corredor. Ana continuaba sentada en el sofá y, desde esa posición, aún nos veía. Entonces, Luis se bajó la cremallera del pantalón y el slip. Su pene estaba henchido, palpitante, muy excitado. No era demasiado grueso, ...
    ... pero sí largo. Me lo ofreció, con una de sus pícaras miradas. -Yo también estoy mojado, ¿ves? -me agaché, acercando mi boca a ese miembro tan bien dispuesto para mí. Lo recorrí de arriba abajo con mi lengua y con mis labios, sentí cómo se movía y aún crecía más entre mis manos. eso me enardeció más, mucho más. Me lo metí en la boca y le escuché gemir. Empezó a mover las caderas, entrando más en mí. Entonces le miré. Él seguía follándome, pero no apartaba sus ojos de Ana. Ella, en el sofá, se estaba acariciando entre las piernas. De repente, Luis se detuvo. Me dijo que aún no. que ya habría tiempo más adelante. Me llevó dentro de la habitación y me libró de la falda, la última prenda que me quedaba puesta. Una vez desnudos, me tumbó sobre la cama y me abrió de piernas. Me mostró un enorme vibrador que había sobre la cómoda. No era liso, sino de superficie rugosa. Me acarició el clítoris con él y me estremecí de placer. Después, se colocó de forma que su cabeza quedó entre mis piernas. Me estimuló el clítoris con su lengua, dando vueltas a su alrededor y, a ratos, también presionándolo con saña. Empecé a gemir sin control, dejándome llevar. Le pedía que siguiera, hasta casi sollozar. Mi pelvis no paraba de moverse, exigiendo ser complacida, hasta que, sin aviso, Luís me penetró con varios de sus dedos, a la vez que su lengua no cejaba en su empeño. Al sentirle dentro, me desbordé de nuevo, gritando. Fue entonces cuando entró Ana. Apenas la cubría un conjunto de encaje negro. Sus ...
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