1. Una fantasía


    Fecha: 20/06/2019, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... culo.
    
    Sacó de su bolso una crema que untó en mi polla y en su trasero, se puso en cuatro y me ofreció un culo brillante por el ungüento, un agujerito color de café con leche que palpitaba, como llamando mi verga. Mi capuchón creció desmesuradamente con la idea, el cabezón estaba a más no poder de hinchado, y el resto de mi sexo palpitaba también, al igual que mi corazón, con la emoción de penetrarla por el culo. Carajo, me dije, esto tiene que ser amor del bueno, amor del que se olvidan los prejuicios, amor total, sin reservas. Y le puse el glande morado en el ojete y se lo dejé ir. La crema había hecho su trabajo lubricando bien la zona, y prácticamente entré sin dificultad. Con la luz de la penumbra podía ver claramente como iba entrando mi verga en esa abertura, o más bien como su culo se iba tragando mi verga, o las dos cosas. Sentía la presión de su esfínter apretando alrededor de mi pene, y todavía más: se impulsaba hacia atrás en un intento de que le entrara todo. Supe que no había más cuando los vellos de mi tronco acariciaron su abertura. Pero ella seguía pujando y empujando su cuerpo contra el mío. ¿No te duele? Le ...
    ... pregunté. Un poco, dijo, pero no te salgas. Que una mujer me dijera eso, que dicha. No me salí. Al contrario, mi pelvis empezó un movimiento hacia atrás y hacia delante para comenzar a cogérmela.
    
    Qué delicia. Nunca había probado un coño tan hermosamente apretadito, como un guante perfecto para mi sable. Para aumentar el placer, de tanto en tanto me salía y volvía a embestirla, gozando con los grititos que ella daba al sentirse penetrada. No soporté mucho tiempo, y me derramé intensamente en su culo. Mis rugidos de placer aumentaron como nunca antes, y ella cooperó lanzando su trasero con fuerza para recibir en lo más profundo mi líquido seminal. Cuando me salí, escurría la leche de su trasero hasta mojar las sábanas. Me derrumbé a su lado, temblando de emoción y de placer como nunca. Mi pecho bajaba y subía aceleradamente y creí que iba a tener un ataque de lo emocionado que estaba. Pero nada pasó. Esa noche dormimos abrazados, y ya empezaba a clarear cuando nos tocaron la puerta. Era su amiga, que venía a despertar a María para que los niños no sintieran su ausencia. Ella se fue, y yo me quedé recordando la hermosa noche que habíamos tenido. 
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