1. Ana Julia la mujer que me inició en el sexo


    Fecha: 06/06/2019, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Urawan, Fuente: CuentoRelatos

    ... satisfacer sus apetencias eróticas con su modo de hembra vivida se adentró poco a poco en mí cuerpo y en mi mente. Me forjó a su medida. Hizo de mí cuanto deseó. Yo me entregué totalmente desde esa experiencia siempre lo hice del mismo modo cuando tuve contacto íntimo en mis futuras experiencias eróticas Creo supe corresponder con altura de un joven potencialmente infinito con mucho poder puro desbocado. Como potro desenfrenado ella me cabalgó y me condujo a la meta del erotismo total.
    
    ¡Ana Julia!
    
    ¡Que hermosa mulata era!
    
    Ana Julia, tendría unos treinta y cinco años o más ricamente vividos cuando la conocí. Yo era bastante menor a ella. Era la mujer perfecta. Todo lo que tenía bien dotado. Su cuerpo era perfectamente bien proporcionado con una piel marrón oscura que me llamaba a que la transite, la hurgue e la indague, tenía cabellos negros cortos bucleados que me llamaban a que los acaricie, sus grandes ojos zarcos que hacían maravilloso contraste con su negritud me hipnotizaban, sus senos voluptuosos, eran unos conos perfectos, sensuales, exquisitos, fueron más de una ocasión presa de mis arrebatos de lujuria. Su abultado y exuberante pubis provisto de escaso bello albergaba su nido voraz, ávido, glotón poseía dos puertas que fueron en más de una ocasión abiertas unas veces violentamente otras con delicadeza por mi juvenil bálano erguido deseoso de satisfacción con la energía de un potro desenfrenado. Mi excitación hizo que en más de una ocasión me precipite sobre ...
    ... ella con desesperación tanto que Ana Julia debía controlar mi ímpetu. Su centro de excitación era más voraz, más ávido y más glotón aún que las otras partes de su cuerpo. Sus piernas bien torneadas asieron mi cuerpo con el mismo frenesí con el que yo deseaba posarme en su nido, sus muslos que eran su punto débil los colme de besos y caricias es ahí que ella perdía su auto control, pero lo que con más claridad recuerdo son sus posaderas que eran portentosas muy paradas, dignas de admiración. ¡Que hermosas eran! Si sus senos eran maravillosos, su nido cautivador, sus posaderas fueron mi total perdición, ¡sí! mí total perdición. Ellas me hicieron su esclavo. Todavía las siento en mis manos cuando solía acostarse boca abajo, sacaba punta, se las acariciaba coquetamente y me las ofrecía levantándolas con sensualidad. Yo las acariciaba delicadamente y las besaba con pasión. No dejaba nada de hacerlas mías a ella le placía mucho mi modo de excitarla hurgando ese sitio de su cuerpo. El olor que despedía su anito mezclado con los, olores de su cosita fue mi perdición desde el día cuando por primera vez olí esa fragancia anal se quedó grabado en mi mente y ahora cuanto tengo un encuentro erótico con una mujer, no puedo evitar llevar mis manos, mi nariz y hasta mi boca para atiborrarme de él a unas les gusta que huela esos olores que lama su anito a otras no ya que lo consideran sucio siempre cambian de parecer cuando sienten lo rico que es sentir, mi lengua recorrer ese lugar y sacar ...