1. La gitanilla Leila


    Fecha: 02/12/2018, Categorías: Incesto Autor: Quique., Fuente: CuentoRelatos

    ... distancia prudencial. En el monte, Justino, se metió en su Cueva Picadero, en la que había un colchón. Al entrar la gitanilla en la cueva, Justino la cogió por los hombros, la besó en el cuello, y le dijo:
    
    -Te voy a comer viva, Leila.
    
    La respuesta de Leila fue otra pregunta.
    
    -¿Y ece corchón?
    
    -Para quien lo quiera usar.
    
    Leila, puso la cestilla con encajes en en el suelo, se dio la vuezta, y le dijo a Justino:
    
    -Acaba pronto que aquí hace frío.
    
    Justino besó a Leila en los labios. Después buscó la lengua de la gitanilla y le dio un beso casi interminable. A ese beso siguió otro, y otro, y otro... Leila, con los brazos caídos se dejaba besar. Era la primera vez que la besaban y su coño se humedecía más con cada beso, pero no devolvía ni uno solo. Minutos más tarde, cuando Justino le quitó el vestido a Leila, vio que por debajo no llevaba nada, nada más que una gran tijera que colgaba de un cordel que tenía atado a la cintura. Se separó de la gitanilla, y exclamó:
    
    -¡Dios mío!
    
    -Ci te azusta la tijera, quítala, payo.
    
    -No es la tijera, eres tú. Eres la perfección hecha mujer.
    
    -Por ma palabra bonita que me diga no me va a hacé er amó. Lo acordao ez bezo en la boca, teta y bezo en er coño.
    
    Justino no mentía. Su cuerpo moreno era el de una diosa. Sus tetas, grandes, eran casi triangulares y duras como el granito. Sus grandes pezones, sus negras areolas. Su cinturita, sus grandes caderas y el cabello rizado, y todo, todo su talle, la hacían ...
    ... única.
    
    -No te adulo. Eres más bella que un atardecer.
    
    Justino le acarició las tetas, de tacto aterciopelado, como si fuese porcelana fina, suavemente, con miedo a romperlas. Lamió los pezones con dulzura, hizo lo mismo con las negras areolas, luego chupó tetas y pezones. Leila seguía con los brazos bajos. Estaba empapada pero parecía una estatua. Después de saborear aquellas deliciosas tetas, Justino, sacó la polla. No la tenía grande, unos 15 centímetros, pero a Leila le pareció enorme.
    
    -¡Quieto con eze monztruo que cuando me cace tengo que pasá la prueba der pañuelo!
    
    Justino, sonrió, y le dijo:
    
    -No te preocupes. Me voy a hacer una paja.
    
    Justino, se agachó. Vio que por el interior de los muslos de Leila bajaban dos reguerones de flujo. Meneando la polla pasó la lengua por ellos. Después le lamió el coño. Leila, la gitanilla, no pudo evitar que un gemido saliese de su garganta. Justino, al oírlo, le preguntó:
    
    -¿Te echas en el colchón?
    
    -¿Para qué, payo?
    
    -Para hacer que tengas un orgasmo.
    
    -¿Por qué?
    
    -Por qué me da a mí que nunca tuviste uno.
    
    -No, no tuve. ¿Ez cómo dicen la gitana casá?
    
    -¿Qué dicen?
    
    -Que un orgazmo ez un guzto grande como un piano.
    
    Le volvió a lamer el coño, y después le dijo:
    
    -¿Me lo dices después de tenerlo?
    
    Leila se echó sobre el colchón. Justino ya era el coño número doce que comía, y sabía cómo, cuándo y dónde comer...
    
    Leila, al correrse, soltó un chorro de flujo que le puso perdido el cuello a Justino, los otros ya ...